Tannhäuser: «¡Bienvenido, amante infiel! ¿Te han expulsado de la Tierra? ¿Nadie te ofrece comprensión y buscas, ahora, los brazos del Amor?»
El tercer título en transmisión Live in HD desde el Metropolitan Opera House de Nueva York en el Teatro Nescafé de las Artes, el pasado 31 de octubre, fue Tannhäuser, la quinta ópera de Richard Wagner (1813–1883), estrenada en 1845, pero revisada en múltiples ocasiones, siendo la versión de París de 1861 la considerada oficial y definitiva.
Como en sus restantes doce óperas, Wagner escribió el libreto de Tannhäuser. En ello, se basó en diversas fuentes dado que los personajes fueron personas reales que vivieron en el siglo XIII, con la salvedad del agregado de fantasía en Venus, diosa del amor.
El argumento no es solo una historia de amor, sino que, muy ad hoc al romanticismo en general y del autor, trata de la redención del personaje principal. Heinrich o Tannhäuser, en la morada de Venus demuestra nostalgia por su tierra natal y ruega a Venus que lo libere. Tras una invocación a la virgen María, Venusberg desaparece y Tannhäuser se encuentra a campo abierto en los dominios del príncipe de Turingia. Pasan por su alrededor un pastor y unos peregrinos, hasta que es reconocido por sus antiguos amigos, especialmente el cantor Wolfram, quien convence a Heinrich a regresar con ellos. Una vez en el castillo de Wartburg, Elisabeth, sobrina y protegida del príncipe recuerda su amor por Tannhäuser, amor que resulta correspondido. Más adelante hay un torneo de canto y, por un lado Wolfram canta al amor puro, mientras por otro, Heinrich al amor terrenal y al placer. La corte, escandalizada, repudia a Tannhäuser, a quien el Landgrave Hermann le exige peregrinar a Roma a solicitar perdón del Papa. En el último acto, Elisabeth muere de amor rogando por el perdón a Tannhäuser y éste, luego de regresar sin el perdón, y mientras se tentaba por regresar al llamado de Venus, muere al saber del sacrificio de Elisabeth. La obra finaliza con la redención de Heinrich, pues el Romano Pontífice indicó al protagonista que sería más fácil que su bastón de peregrino floreciera que recibir su perdón, hecho que finalmente aconteció, dando cuenta del perdón de Tannhäuser gracias al sacrificio de Elisabeth.
Tratándose de una obra temprana de Wagner, las características más importantes de su obra aún no están desarrolladas, pero sí se enuncian: existe uso del leitmotiv y los números van en retirada para dar paso a la llamada «melodía infinita», que causó el rechazo inicial de la obra en su estreno.
Un James Levine de avanzada edad y deteriorada salud dirigió la orquesta del MET de forma magistral. Aunque el sonido es idealizado por la transmisión, el manejo y la pasión de este consagrado conductor sobre el repertorio son evidentes y emocionantes. Justas son, por lo tanto, las palabras de la mezzosoprano Susan Graham al comienzo de la transmisión al señalar que Levine es uno de los más importantes directores de Wagner.
Tannhäuser requiere de cinco solistas principales: Heinrich o Tannhäuser (tenor); Elisabeth (soprano); Venus (soprano o mezzosoprano); Wolfram (barítono) y Hermann, el Landgrave de Turingia (bajo). En esta producción fueron interpretados, respectivamente, por el sudafricano Johan Botha; la holandesa Eva Maria Westbroek; la estadounidense Michelle DeYoung, el sueco Peter Mattei y el austríaco Günther Groissböck. Todos ellos tienen amplios repertorios, pero son muy conocedores de roles wagnerianos. Cabe agregar que Westbroek encarnó a la misma Elisabeth en la producción de Tannhäuser del Teatro Municipal de Santiago de 2012. Todos los solistas fueron realmente buenos y uniformes en su alta calidad. Tanto vocalmente como en actuación tuvieron una participación destacada y no solo mientras tenían la palabra, sino también cuando eran observadores del desarrollo de la acción. Sin perjuicio de su estupenda calidad vocal, puede objetarse cierta falta de credibilidad en el personaje principal interpretado por Johan Botha, lo que se acentuó por su peinado y lo poco favorecedor del vestuario para su figura.
La puesta en escena a cargo de Otto Schenk fue maravillosa tanto en espacios abiertos como cerrados. En los primeros, los relieves de Venusberg y del valle cercano al castillo de Wartbug daban mucho dinamismo al espacio y al desplazamiento de los artistas. El primer cuadro del primer acto, en Venusberg, fue un tanto oscuro, pero la relación entre los cantantes (Tannhäuser y Venus) y el cuerpo de baile crearon la atmósfera de un lugar idílico y mágico, como se supone que es. En el tercer acto, de noche, el valle fue prácticamente ideal para la muerte y la redención. El salón del castillo donde se desarrolla todo el segundo acto fue no solo bello, sino también acogedor, muy luminoso y en colores claros, con un muy buen uso de escaleras y un segundo piso que evitaba que la arquitectura se volviera rígida y acartonada. El vestuario de todos los cantantes, fue correctamente alusivo a la Edad Media, con ricos vestidos, túnicas, capas, sombreros y accesorios, destacando la caracterización en un completo dorado de Michelle DeYoung como Venus.
Tratándose de la versión de París de 1861, la obertura de la obra es sucedida por un ballet en el reino de Venus. La coreografía de Norbert Vesak pudo retratar la sensualidad y el amor carnal asociados de Venus a la perfección. El erotismo era evidente y casi palpable, pero sin necesidad de llegar a ninguna vulgaridad, de forma que el recurso fue logradísimo y con absoluta coherencia con una producción clásica como la que se transmitió en el Nescafé de las Artes.
Wagner siempre es un desafío, tanto en su interpretación y en la realización de una producción que sea a la vez fiel a la obra, además de interesante, como también para el público a la hora de apreciar y disfrutar una música compleja y extensa. El MET montó un Tannhäuser excelentemente interpretado y tradicional que funcionó y resultó atractivo desde lo visual y en el dinamismo que imprimió a la obra. Todo lo anterior se valora, puesto que las direcciones escénicas audaces sin mayor razón, suelen volverse exageradas y agotadoras. Es de esperar, en consecuencia, que el público haya podido disfrutar de la función.El Guillatún
Si vuelves conmigo, a mi reino, perdonaré tu orgullo y la fuente del placer fluirá siempre para ti. ¡Nunca más podrás irte de mi lado!