Las entrañas de la venganza
«Revenant: El Renacido» de Alejandro González Iñárritu
Si pudiese enmarcarse a The Revenant (2015) en el muro de un museo, probablemente sería alguna de aquellas obras románticas francesas del siglo XIX. De gran formato, con un marco enorme y acción en todo el lienzo, bien podría tratarse de una versión glacial de La balsa de la Medusa de Géricault. Más allá de estas familiaridades plásticas de estilo, la última película del mexicano Alejandro González Iñárritu, se trata sin duda de su entrega más potente.
Inspirada en la novela de Michael Punke del mismo nombre, cuenta con algunas libertades narrativas en la suerte de Hugh Glass —interpretado por Leonardo DiCaprio—, un explorador y cazador de pieles norteamericano que sufre un ya conocido incidente: es abandonado a su suerte tras ser gravemente herido por un oso. Las circunstancias del hecho se tornan profundamente complejas mientras suceden, Glass conocía el entorno a la perfección y por lo tanto, era parte fundamental de la empresa. A pesar de esto, no puede continuar por sí mismo y es sentenciado a esperar su inevitable muerte.
En esta agónica espera no está solo, lo acompañan su hijo mestizo Hawk (Forrest Goodluck) y dos sus compañeros, el oportunista John Fitzgerald (Tom Hardy) y el novato Jim Bridger (Will Poulter). Las acciones de estos personajes se transforman en un devenir entre lo que Fitzgerald considera que es lo que se debe hacer y lo que podría ser considerado correcto, sin embargo, la codicia gana y el moribundo es enterrado vivo, luego de haber presenciado un hecho brutal que hará de su sobrevivencia, la búsqueda de venganza.
El comienzo de The Revenant es frenético. Un espectacular plano secuencia muestra el ataque de un grupo de nativos americanos a la comitiva encabezada por el capitán Andrew Henry (Domhnall Gleeson), y si bien, no es un naufragio como lo que ocurre en La balsa de la Medusa, toda la superficie es ampliamente utilizada para retratar a estos hombres a la deriva: uno de ellos es alcanzado por una flecha, más de alguno cae en la lucha cuerpo a cuerpo, otros claman por ayuda, mientras la cámara antes sumergida también se sube a la embarcación que los llevará por el río Missouri a un lugar más seguro.
Con certeza, el uso del plano y lo realizado por el trabajo de cámara es esencial en el film. Se usan enfoques cerrados, en primer plano mostrando el lente empañado por la respiración, quien filma busca la acción acercándose a la tripa sin miedo. Por otro lado, la decisión de filmar solamente con luz natural, por arriesgada que parezca, brinda una belleza y textura a la obra pocas veces vista. Igualmente, el uso del sonido escapa a alguna de las dinámicas canónicas del cine actual, no hay temor a mostrar campanas asonantes, susurros, voces lejanas y en general no se abusa del sonido como elemento de narración.
Claramente el contenido técnico y visual de la obra es un deleite. Una serie de acertadas decisiones formales permiten que la innovación fílmica de González Iñárritu no sea antojadiza. Emmanuel Lubezki colabora nuevamente con el director en la cinematografía, y su impronta es clave desde el comienzo. Se utilizan varios de los recursos de fotografía y montaje ya mostrados en Birdman o (La inesperada virtud de la ignorancia) (2014), como las largas tomas o tratamiento delirante del montaje, pero también se nutre de la experiencia del cinematógrafo en producciones como Gravity (2013) de Alfonso Cuarón, y guarda también mucha relación visual con la propuesta de The Tree of Life (2011) de Terrence Malick, todas producciones en donde Lubezki también se hace cargo de dichas faenas.
Desde el punto de vista de la narración, son las imágenes y el desarrollo de los personajes los que tienen una importancia gravitante, pero hay algunos ingredientes que destacan en la forma de construir el relato, en especial el uso de la violencia nunca se siente excesivo, usados dentro de la verosimilitud que plantea el relato, pero resultan también un elemento expresivo importante. Asimismo, la vida pasada y las profundas motivaciones del protagonista son mostradas en varios pasajes de ensueño, esto es, alucinaciones en el dolor físico y espiritual que siente. La interpretación de DiCaprio es fundamental en la construcción no sólo de la figura del explorador, sino que del film en general, y en una delicada labor se encarga de complementar la rudeza de sus vivencias con las profundidades del personaje. Lo mismo ocurre con Hardy, en un impecable trabajo, entrega una visión con varios matices de un sujeto que pudo haber sido pobremente interpretado.
La línea principal de The Revenant se mueve entre la necesidad de venganza, y esta suerte de naufragio del hombre en la naturaleza, en lo inexplorado. La primera de estas lecturas permite construir la obra y comprender lo que se presenta de esta manera y asimismo, responder a la pregunta que hace Fitzgerald: «¿A qué te estás aferrando, Glass?». La sangre y vísceras se entienden al servicio de la revancha, y los árboles en contrapicado con fuego al centro denotan un corazón deseoso de desquite. Del mismo modo, la relación del hombre con la naturaleza, y lo relacionado con los pueblos originarios son algunas de las lecturas que ciertamente pueden explorarse a partir de las imágenes.
Seguramente será recompensada con más de alguna estatuilla de las 12 nominaciones con las que cuenta para la próxima entrega de los premios Óscar, pero más allá de estos galardones, lo que hace de esta película un imperdible es el hecho de que a pesar de ser una súper producción hollywoodense, se muestra leal e innovadora a las formas de hacer cine que presenta el director, superando con creces a su predecesora. Si nos preguntamos, ¿Cómo se ve la venganza? Quizá se vería muy similar a este hombre saliendo de su improvisada tumba, renaciendo y dejando atrás un rojo camino de entrañas, sangre y barro.El Guillatún