El color y la negociación
«Better Call Saul» de Vince Gilligan y Peter Gould - primera temporada
Ciertamente hay pocos ejemplos de spin offs en la televisión que hayan tenido resultados exitosos, mucho menos de intentos de esta especie que funcionan además, como precuela. Es que no se trata de una tarea simple, por un lado, puede resultar que la serie de la que nace esta iniciativa haya sido muy exitosa, o no tanto, pero en ambos casos, la nueva producción debe demostrar varias cosas: si es mejor o peor que la anterior, probar que no confía en las mismas dinámicas que la serie que le dio cabida, que innova sin dejar de lado a su creador, o simplemente, demostrar que es capaz de ofrecer una historia verosímil con algo de atractivo para el público. Better Call Saul (2015) de Netflix, nacida al alero de la archiaclamada Breaking Bad (2008) tenía un gran peso sobre sus hombros.
Saul Goodman (Bob Odenkirk), protagonista de la serie es un personaje que debe entenderse desde la perspectiva de Breaking Bad, al menos en una primera instancia. Se trata del abogado al que Walter White (Bryan Cranston) y Jesse Pinkman (Aaron Paul) recurren cuando uno de sus asistentes en la venta de metanfetamina es capturado por las autoridades y requieren, con urgencia, de ciertos particulares servicios legales. No de cualquier sujeto, no de un abogado criminal cualquiera, sino de un «abogado criminal», como muy bien apunta Pinkman.
El primer capítulo —«Uno»— comienza en blanco y negro mostrando a un tipo llamado Gene, un administrador de una tienda de rollos de canela en Omaha. Lentes y bigote esconden al abogado de Albuquerque, quien parece vivir una vida de incógnito, mirando con nostalgia los antiguos videos donde promocionaba coloridamente sus servicios legales por televisión. Luego de esta magnífica entrada, la serie retrocede, situándose en 2002 e introduciendo a James McGill, un abogado defensor que representa a criminales de poca monta con sus mejores artilugios, y que pasa a convertirse en Saul Goodman.
La serie ofrece una calidad innegable. Sin duda que el gran talento de los creadores y de los escritores es fundamental en cada capítulo, pero también, en cuanto son capaces de constituir un ambiente unitario y que considera a la historia en su totalidad desde el primer episodio. Los creadores, Vince Gilligan y Peter Gould, escriben y dirigen una buena cantidad del material que se interpreta, pero también algunos colaboradores vienen de Breaking Bad. El trabajo técnico sobresale: un cortado y estridente inicio, una cuidada selección de locaciones, planos y fotografía impecables dan cuenta de la perfección técnica que alcanza. Se privilegian los planos centrados, con una utilización de colores que se encarga de posicionar a Albuquerque como otro personaje dentro de la trama.
Los caracteres secundarios son fundamentales en esta especie de relato de transición de James «Jimmy» McGill. Por un lado, Charles «Chuck» McGill (Michael McKean), hermano del protagonista carga con gran parte de la tensión dramática y permite un acercamiento a algunas de las motivaciones más profundas del protagonista. Se trata de una relación difícil, presentada en fragmentos, siendo labor del espectador reconstruirla: en el primer capítulo, «Uno», es Jimmy quien cuida a Chuck, aquejado por un extraño padecimiento que lo hace hipersensible a la electricidad y que lo mantiene recluido en su casa, alejado de su trabajo como abogado en Hamlin Hamlin & McGill. Luego. Luego, el tercer capítulo —«Nacho»— abre con un flashback donde Charles va a ver a Jimmy en la cárcel, luego de haber estado involucrado en algún incidente.
Tuco Salamanca (Raymond Cruz) y Mike Ehrmantraut (Jonathan Banks) sirven a la historia de manera determinante. En el caso de Tuco, permite que gracias a una serie de errores en un elaborado plan, que Jimmy muestre sus dotes de negociación en el segundo capítulo, «Mijo». En cuanto a Mike, la situación es distinta, ya que su historia adquiere mayor importancia, y el capítulo «Five-O» se le dedica completamente. Kim Wexler (Rhea Seehorn) como interés amoroso de Jimmy, da cuenta de un pasado común y de una complicada relación de la que luego se tendrá más luces. También y como enganche para la historia de esta temporada son importantes los Kettleman (Julie Ann Emery y Jeremy Shamos), una familia que con sorprendente desparpajo, permite que Goodman se luzca con excelentes conclusiones y un innegable talento legal.
Desde ya, se advierte que la transformación en Saul Goodman no fue una labor simple para McGill. Aparentemente —y de formas que hasta el momento se desconocen— los trucos de un joven Jimmy para timar a algunos desprevenidos y el hecho de convertirse en abogado, terminan por hacer este florido conjunto profundamente coherente que resulta ser Goodman. Por cierto que la línea más interesante que se explora en Better Call Saul es justamente aquella transición, convertirse en esta suerte de personaje. A lo largo de los 10 capítulos de la primera temporada, y a partir de varios acontecimientos se pueden descubrir algunos de los elementos que van configurando la mutación.
Disponible en Netflix —y terminada su segunda temporada hace algunos días— es sin duda una excelente opción para quienes ya conocen un poco del universo del que es parte. Ciertamente que para los fanáticos de Breaking Bad existe un mandato intrínseco para mirarla, pero también, es una serie que con facilidad puede disfrutarse con completa independencia de aquellos elementos comunes. Finalmente, lo que ofrece la serie es una constante tensión en la que Goodman transita con una importante dosis de valentía: convertirse en abogado para lograr aprobación, seguir en el «buen camino» o perder un antiguo amor, mantenerse alejado ante la necesidad de caer en engaños y pequeñas estafas, y ceder o no ante el actuar ilegal, constituyen tensiones que hablan del arte que existe en cada una de aquellas grandes negociaciones.El Guillatún