ANTENA.07 / Volcanes
El terremoto nos despertó. Éramos un país adormecido, cansado y entregado. Mi generación le había entregado un cheque en blanco a sus políticos para que cuidaran la carnicería mientras nos dedicábamos a convertirnos en ABC1, soñando con que nos aceptaran en el club de polo y viajar a Cancún de vacaciones. Pero algo pasó y el terremoto nos despertó. No todos saben que nuestro primer escudo nacional fue un volcán en erupción. En la primera bandera nacional (esa que se robó el Frente y que devolvió el 2009, también profético) campeaba al centro un óvalo con un volcán vomitando fuego y rocas, molos y piedrazos. Es que así somos, callados, tímidos, mezclados con el paisaje, acumulando energía, sin reclamar; hasta que se supera un nivel y explotamos. No tenemos términos medios. No conozco gente más sencilla y amable que los pehuenches de Icalma y Quinquén, pero… bueh, ustedes ya saben. Nuestra cordillera de Los Andes es nuestra columna vertebral, nuestros volcanes son chakras, cada medio siglo más o menos la serpiente kundalini se desenrosca de su base y corre por la médula del territorio estremeciéndolo todo, hay un pulso orgánico en nuestra geografía. Cada 40 años nuestro país sufre un orgasmo y se convulsiona. 1810, la primera pataleta. 1850, la sociedad de la igualdad de Bilbao. 1890, la guerra civil contra Balmaceda. 1930, la anarquía y el primer gobierno socialista. 1970, la vía chilena al socialismo, Allende y el golpe. 2010, el terremoto y el inicio de estas movilizaciones sociales, movimiento que aún no tiene nombre histórico.
Algo le pasa a nuestro inconsciente colectivo que despierta y se remueve cada 40 años y es aplastado regularmente por el orden establecido, nuestra libido volcánica tiene reloj biológico. ¿Será el período que necesita nuestra clase trabajadora para olvidar el miedo al bototo y la parrilla? Porque lo que son estos cabros que salen a la calle, los veo limpios de ese miedo en los huesos que nos inocularon los milicos. Ellos no saben de dedos sin uñas y orejas cortadas, no saben del miedo a hablar incluso en voz baja incluso en tu casa incluso con tu familia porque uno nunca sabe. De escuchar radio Cooperativa bajita pegada al oído porque parece que el vecino denunció a los de la esquina pa´l golpe. De ese temor a la noche y de gente que se esfumaba en el aire y aparecía en el agua. Todo está muy raro, un presidente de derecha que amenaza a los movimientos sociales en un discurso hecho en la salitrera Humberstone, una candidata que produce muñecas Barbies con su cara hipnótica, bots que proliferan en la web y twitter repitiendo #vivalongueira. Un viento que viene de ninguna parte y bota las pancartas gigantes de Allamand. Todos íbamos a ser ABC1, con cuatro por cuatro reinos en el mar. Una sola clase social en la cima y 17 millones de Sísifos empujando la roca de sus deudas colina arriba. Conciencia de clase, compañero, me dijo un viejito hace cuatro años y tenía razón. Somos trabajadores, nunca seremos aceptados en el club de golf y tenemos que sentirnos felices de ello, somos volcanes, somos la energía de esta tierra y nos negamos a ser encauzados en una hidroeléctrica humana. Por esta rara vez los militares no están disponibles para defenderle las vergüenzas a ellos, por esta rara vez además no está disponible la Iglesia para calmar a los rotos con promesas ultraterrenas, culpas y castigos divinos (están demasiado ocupados lavándose sus partes del olor a champú de guagua), curiosamente tampoco están disponibles los pastores de partidos que tuvieron que ponerse a trabajar, tuvieron que ponerse a pensar y reaprender a escribir sus programas de gobierno de una manera simple y lógica: pegando una pancarta tras otra con las exigencias de la calle en un folio del que no son dueños, porque ese es el único programa respetable. «¡No nos gobernará la calle!», gritó un viejito momio parecido a Mon-ra. Fíjese que justamente de eso se trata. Porque en la calle no andan delincuentes, andamos nosotros, yo con mi Gabriel de 6 años en los hombros, la Marcela Campos, el Tuto, el Roberto Andrade, gente común y corriente fluyendo por las grandes avenidas como la sangre de este país que es como lava del volcán más lindo de todos. Aprieten a sus políticos, nosotros mandamos, entendamos eso.El Guillatún