Grabar el presente
Gustavo Proto se siente enfermo, se cree enfermo y anuncia que antes que su vida deje de ser una vida para él, se suicidará, sin importar la opinión de sus familiares. Antes, eso sí, dejará todo arreglado para que su futura viuda no tenga problemas económicos y viajará de Canadá (su lugar de residencia) a Puchuncaví (su lugar de origen) para poder disfrutar de su pasión, los caballos.
El documental El Huaso, del director Carlo Proto, se instala en el centro de la familia y desde ahí trata temas complejos como el Alzheimer y la Eutanasia, pero no se asocia con el lenguaje médico ni cuestiones formales, sino que los aborda desde el punto de vista de los hijos, de la esposa y del mismo Gustavo. De esta forma la cercanía que se tiene con este hecho es muy importante, porque acá no se trata la cuestión con guantes quirúrgicos para instalar un tema en la pantalla, aquí el núcleo de la historia está en la familia misma, en sus relaciones y en la forma de abordar un problema médico (que en este caso es el Alzheimer, pero que podría ser cualquier otro), pero el hecho que marca el documental es la decisión de terminar con la vida propia.
A diferencia de varios documentales sobre la familia, El Huaso no opera desde la memoria, no ocupa álbumes familiares ni grabaciones antiguas, sino que lo hace desde el presente. Aquí el pasado es revisitado para explicar cosas puntuales, como el suicidio del padre de Gustavo en su juventud y el Alzheimer de su madre. Pero no hay más viajes temporales, la familia está en Toronto y no se explica por qué, tampoco se dan mayores detalles de cómo se conocieron, crecieron y qué hacen. La verdad es que no importa mucho, porque lo importante está en otro lado y ahí es donde apunta la dirección de Carlo, lo que interesa es el presente, un tiempo mínimo, casi inexistente, que puede acabar en cualquier minuto. Esa alianza entre el tiempo en que opera el documental y el tema del suicidio —que es puro presente, porque Gustavo siente que no tiene futuro, que debe dejar todo listo antes que empiece a olvidar— es un gran acierto, porque desde lo formal y del guión apuntan hacia el mismo lado.
Otro punto interesante es la cámara, que se instala en el centro de la conversación, ya sea en el living, en un auto o en la plaza. En general son encuadres cuidadosos, bien estabilizados, son pocas las escenas de cámara en mano, alejándose así de una estética más inmediata y «real» de rodaje. Pero eso no significa que las conversaciones, discuciones y confesiones estén falseadas, a pesar de que algunas escenas con los niños sí parecen un poco armadas para la ocasión. Lo que pasa es que es tan fuerte y directo el tema del suicidio y la posición de Gustavo, que no importa que el escenario se instale en el lugar más iluminado de la casa, porque los sentimientos de los personajes surgen sin ningún problema.
Carlo Proto graba a su padre y su familia sin complejos, no le tirita la mano. Él mismo se expone al máximo en algunas escenas, no se guarda nada delante de las cámaras, pero es capaz de tener la frialdad para hacer un gran documental, uno que habla de las decisiones personales, de las enfermedades, de la familia, que está bien grabado y que tiene un giro dramático espectacular al final, que ya se lo quisiera cualquier película de ficción.El Guillatún