Cuando se nos acaba el amor
«Fin de semana en París» («Le Week-End») de Roger Michell
«¿Qué se ama cuando se ama?» se preguntaba el poeta chileno Gonzalo Rojas, misma cuestión que puede surgir cuando tratamos de entender cómo una relación de pareja puede hacerle frente al implacable paso del tiempo.
Una posible respuesta es la que podemos ver en Le Week-End (2013), película estrenada la semana recién pasada y que bajo la dirección de Roger Michell, el mismo detrás de la icónica Notting Hill (1999), nos relata la historia de Meg y Nick, una pareja de profesores británicos que decididos a celebrar su 30º aniversario de matrimonio deciden irse un fin de semana a París, tratando de reavivar su relación a partir de los recuerdos que tienen ellos con la ciudad.
En clave de comedia romántica, Michell trae a la pantalla grande un interesante ejercicio cinematográfico que pone en relieve aquellas vicisitudes que debe sobrellevar una pareja de casados de avanzada edad, al tratar de mantener una relación estable luego de estar muchos años juntos, período en el cual ambas personalidades acentuaron sus diferencias entre sí. Por un lado Meg, profesora de biología en una escuela de Birmingham, tiene claras intenciones de llevar una vida más desenfadada y sin preocupaciones a pesar de su edad. Nick, por su parte, es un profesor universitario que es incapaz de imaginar su vida sin Meg y a la cual insiste en tener al menos un encuentro sexual el fin de semana que pasan en la capital francesa, sin embargo, su mujer se niega.
Desde su llegada a París hasta el supuesto retorno, Le Week-End pone en juego un guion sin mayores pretensiones, el que compuesto por una serie de escenas tragicómicas mezcladas con reflexiones profundas en torno a las relaciones de pareja, tarda en constituirse en una propuesta atractiva donde nosotros como espectadores seamos capaces de empatizar tanto con los personajes como con sus decisiones. De aquí que el trabajo actoral resulte primordial para solventar estas carencias de guion y, en este caso, haya sido desarrollado a la perfección, tanto por Jim Broadbent (Nick) y Lindsay Duncan (Meg). Ambos, a lo largo de toda la película, son capaces de invocar a dos personajes muy diferentes entre sí que intentan congeniar para poder superar las distintas situaciones que afrontan en este viaje de fin de semana.
Es de esta forma que la relación de Meg y Nick, contrario a lo propuesto en otras críticas relacionadas a este film, más que plantearse como la interacción entre dos contrarios, realmente se manifiesta como un intento de empatizar con el otro a partir de sus diferencias. La primera idea tendría sentido si estas dos fuerzas aparentemente opuestas se anularan entre sí, no obstante, lo que podemos ver concretamente en la película es un deseo por ajustar sus propios anhelos a un plan de vida en común a pesar del desgaste que han tenido a lo largo de la vida. Es así como dentro del metraje hay situaciones simples pero que resultan reveladoras al momento de entender esta idea, como la notable secuencia donde Meg y Nick buscan un lugar para comer en París y deben ponerse de acuerdo para elegir el correcto, es decir, el que les guste a ambos.
Además, dentro del elenco se encuentra el conocido Jeff Goldblum (Jurassic Park I y II, Independence Day) interpretando a un personaje secundario llamado Morgan, quien resulta ser un antiguo compañero de Nick en la Universidad de Cambridge. Él se encuentra con la pareja en las calles de París y los invita a una cena que dará a la noche siguiente. A partir de aquí, Morgan permite generar las situaciones necesarias para que Nick y Meg dejen en evidencia el delgado pero resistente lazo que los une. Nota aparte es la actuación de Goldblum, la que similar a los personajes que suele encarnar, invoca a un excéntrico y exitoso escritor que tiene severos problemas con la crianza de su hijo.
Ahora bien, existen momentos bellamente construidos que le otorgan una riqueza particular a esta pieza audiovisual, como por ejemplo la sincera conversación que sostiene Nick con el hijo de Morgan o los absurdos juegos que lleva a cabo la pareja de profesores cuando se encuentran en la habitación del hotel. Todos estos nos hablan de aquello que se ama cuando se ama, de ese hilo invisible y mágico que nos mantiene unidos a esa persona en particular, siendo ésta pareja, amigo o familiar.
Y es que tal como decía Marcel Marceau, «amar no es renunciar a la propia libertad, sino darle un sentido». Es esta búsqueda de sentido la que podemos ver en esta película, la que con altos y bajos, silencios y conflictos, amor y desamor es parte constitutiva de toda experiencia humana, sin importar sexo, edad o estilo de vida.El Guillatún