Scarlett Johansson no es suficiente
Lucy (Scarlett Johansson) es engañada por su novio en Taiwán y termina haciéndose cargo de la entrega de un maletín, cuyo contenido desconoce, en un lujoso hotel y cuyo receptor es Mr. Jang (Min-Sik Choi). Luego de anunciar la historia en la recepción del hotel, la inocente Lucy (de verdad que es muy inocente) se da cuenta que hay algo raro, cuestión que confirma cuando matan a su pareja que la miraba desde afuera del edificio.
El maletín en cuestión contiene una nueva droga sintética y Lucy pasa a integrar el grupo de personas que debe transportarla al interior de sus cuerpos y llevarla a distintos lugares de Europa. Pero tiene un problema con uno de sus captores, que la golpea fuertemente en el estómago —lugar donde le escondieron la droga— rompiendo la bolsa que la contiene.
Desde ese momento comienza la verdadera historia que se quiere contar. Como la droga sintética ayuda a que la protagonista pueda hacer uso de una mayor capacidad cerebral. En la película se explica que un ser humano normal sólo ocupa el 10% de su cerebro y Lucy rompe con esos límites, convirtiéndola en una mujer superdotada intelectualmente y con un poder físico extraordinario. Aprovechando sus nuevas habilidades, Lucy decide detener al peligroso dealer Mr. Jang, y también conocer al profesor Norman (Morgan Freeman), que ha investigado la actividad cerebral en los seres vivos, para que analicen su situación.
Si bien Lucy es una película europea —del director francés Luc Besson, con gran parte de la trama filmada en Francia—, se ve y se siente como una cinta hollywoodense. La película tiene ese tufillo a un producto creado milimétricamente para agradar a la audiencia y ser un hit, más que ir en una búsqueda personal del director. Eso sí, el tema central de la historia y su tratamiento tienen relación con lo que ha venido haciendo Besson hace años, pero lo que alguna vez pudo ser una mirada propia, en la actualidad ha perdido toda sustancia de originalidad que la haga ver como algo nuevo, jugado, al límite, y se parece cada vez más a una fórmula.
Scarlett Johansson actúa más en la película Her que en ésta. Pero no es porque lo haga mal en esta ocasión, sino que en ningún momento se le pide que lo haga. Su personaje exige otras cosas, como verse muy bien durante todo el film, mostrarse como una nueva femme fatale, como un nuevo ícono de la mujer ruda, fuerte, guapa y cool a la vez. Y lo logra, hay secuencias en que es un gusto verla peleando y corriendo a través de los pasillos, pero una película entera en base a eso es demasiado.
Hay películas en que el guión no tiene tanto peso, pero se opta por otra vía para dar sustancia a la película, ya sea con una estética narrativa o visual novedosa, actuaciones deslumbrantes, un punto de vista nuevo, etc. En Lucy el guión es bien básico, con hechos y situaciones conocidas, contiene giros evidentes y la complejidad que busca, o más bien la complejidad a la que dice apelar, es bastante mediocre. Teniendo eso en cuenta, se espera que el peso de la película esté en otro lado, pero lamentablemente no es así. Debería caer el peso en el personaje de Lucy, pero éste no es capaz de soportar una película sobre sus hombros, pese a toda la fuerza que tiene y lo cool que se muestra. Habiendo dicho todo eso, no deja de tener cierto placer culpable sentarse en el cine solamente a disfrutar un par de escenas de Johansson golpeando gente y corriendo hacia la cámara. Es entretenido, al menos por un rato.El Guillatún