24 horas en Berlín
Oh Boy, de Jan Ole Gerster.
La opera prima del director alemán Jan Ole Gerster —puesto que antes dirigió un documental— cuenta con todos los elementos de un buen film: jazz, imágenes en blanco y negro, buena fotografía, Berlín y un actor carismático. Por lo cual, no es extraño que Oh boy haya ganado numerosas recompensas, como el Premio del Público y el Premio Especial del jurado en el Festival de Angers, y el Premio del jurado en el Festival Internacional del Film en Marrakech.
Niko Fischer, el personaje interpretado por Tom Schilling, tiene 24 años y no sabe muy bien lo que quiere en la vida. Nacido en una familia acomodada, nunca ha tenido problemas de dinero, puesto que aunque vive solo y ya no es un adolescente, sus padres lo mantienen. Sin embargo, sus padres no saben que hace dos años congeló sus estudios de derecho porque no estaba seguro de querer ser abogado.
Esta comedia amarga transcurre en las calles de la capital alemana y corresponde a las 24 horas de Niko que quiere tomar un café y no lo consigue. Ole Gerster hace muchos guiños a la nouvelle vague francesa, sobre todo a A bout de souffle de Godard, puesto que la mesera del comienzo nos recuerda a Jean Seberg.
Oh boy pareciera no tener un objetivo preciso, puesto que a veces da la impresión de ser un relato sobre las inquietudes de un outsider incomprendido en busca de su destino y de una respuesta a través de los personajes que va encontrando en su camino. Otras veces pareciera que el director quisiera hacer una etnografía fílmica sobre Berlín a través de su protagonista. Sin embargo, Oh Boy es más bien una oda a Berlín, y sus personajes representan la idiosincrasia alemana, con identidades diversas como el vecino que va a llorar sus penas a Niko, el actor fracasado, el millonario que no se entiende con su hijo y el dealer que vive con su abuela.
Esta película es un elogio al flaneûr, puesto que Niko se mueve por la vida sin objetivos precisos, al igual que su director que intenta salirse de los cánones cinematográficos sin imponernos ritmos definidos ni grandes desenlaces.El Guillatún
Las primeras veces siempre son mágicas. Es lo mismo con los films. Muy joven el deseo de hacer films apareció. Yo no veo la diferencia entre ver una película y hacerla. Para mí, mirar una película era y es aún un escape a la realidad, mientras que hacerla me obliga a confrontarme con ella.
Jan Ole Gerster sobre «Oh Boy»