Historias del extremo sur
«Respirar Helado» de Caro Bloj
Más de 2.100 kilómetros de distancia separan a Tortel de la ciudad de Santiago. Dicha localidad, ubicada en la XI Región de Aysén y con sólo 531 habitantes, es el escenario de fondo del documental Respirar Helado (2014) de la realizadora nacional Carolina García Bloj. Se exhibe en la Cineteca Nacional del Centro Cultural La Moneda desde el 5 al 25 de noviembre, y es junto a El Botón de Nácar (2015), Surire (2015) y Chicago Boys (2015), parte de la interesante y nutrida cartelera de documentales nacionales de noviembre en la Cineteca.
La simpleza y complejidad son dos ideas claves a la hora de examinar la obra de Caro Bloj, y quizá la aproximación o pista más certera al documental puede ser su título: Respirar Helado es justamente eso, una mirada fresca y honesta a la realidad e historias de vida de los habitantes de la comunidad de Tortel, contada desde el punto de vista de cuatro mujeres.
Respirar Helado es el primer documental de la directora, que realizando un proyecto artístico en la zona, sintió la necesidad de contar las historias del lugar a través de estas mujeres. A diferencia de lo que podría pensarse en un primer momento, no se trata de una historia exclusivamente femenina, sino que la vida de la comunidad, de estos llamados pioneros del extremo sur y de la naturaleza misma, elementos que constituyen el centro del relato.
Juana Vidal, Marcela Cruces, Leonila y Lola Nahuel representan —a juicio de la directora— distintos espacios del montaje, distintos elementos naturales que son propios del sur de Chile. La niebla y el olvido, el frío glacial y la rudeza, el sol que sobresale y una suerte de esperanza, son algunas de las asociaciones que si bien no son necesariamente evidentes a primera vista, son parte del lenguaje narrativo y visual que se nos propone. Dichos componentes son fundamentales para el espectador, de modo que quien se sienta a mirar el documental puede notar la simpleza de las historias por medio de las frases que nos entregan las mujeres, simples y certeras, por lo que es difícil no sentirse instado a evaluarlas desde un punto de vista personal.
«¿Por qué será que nunca le tuve miedo al agua?» se pregunta Lola Nahuel, y Juana Vidal recordando su llegada a Tortel dice «… que tonta es una cuando es chica». Estas expresiones revestidas de la serenidad incuestionable de quien ya ha mirado su vida con cierta perspectiva, permiten identificarse rápidamente con las historias que se cuentan, a pesar de la lejanía y hostilidad que caracteriza al entorno en que se gestan.
Quizás uno de los puntos que más importancia tiene desde el punto de vista de la historia que cuenta Respirar Helado, es lo que señaló la directora al presentar su obra, esto es el hecho de que cada una de ellas posee una serie de matices, donde nada se muestra como una realidad incuestionable, y es en este punto donde radica la complejidad de la obra. Algunos de los relatos contados por estas mujeres nos acercan a diversos temas que incluso pueden desviarse del hilo central de la narración, y que resulta labor del público considerar.
Esto último resulta claro en la familia de Marcela, en especial en las preocupaciones sobre la educación y futuro de sus dos hijos, pero también, surgen cuestionamientos respecto del aislamiento y lejanía en la que viven. La llegada de un buque de la Armada con víveres es un acontecimiento en la caleta, y la distribución entre la comunidad de los bienes es una de las imágenes más interesantes de la obra.
Otro de los temas importantes y que resulta bastante claro, es la rudeza del clima y geografía. Tortel se abre lugar entre campos de hielo y es parte de la cuenca que recibe a los ríos Baker, Huemules y Pascua, donde el comercio de madera de Ciprés de las Guaitecas es la principal actividad en la cual se incluye a toda la familia, y las faenas diarias no son menos duras que la zona en que se realizan. El trabajo y esfuerzo de cada uno de los protagonistas, motosierras, aserraderos y reflexiones sobre la vida que han llevado contrastan y se interrelacionan en una ecuación gratamente orquestada por la directora.
Por otro lado, la rigurosidad técnica del documental es importante: un buen montaje, dinámico y respetuoso de la potencia de las imágenes, y por su parte, la música elegida para acompañar algunos pasajes capta de inmediato la atención de quien lo ve. Asimismo, el recurso narrativo de la entrevista es primordial al momento de conectarse con lo que se cuenta, destacando la cercanía con que son llevadas a cabo y la dedicación en conocer a cada una de las protagonistas. Lo anterior crea una intimidad propia de quien conoce bastante bien de lo que habla, y en este caso, de lo que muestra.
En definitiva, el gran mérito de la primera entrega de Caro Bloj es lograr una armoniosa y coherente muestra de una realidad lejana para muchos. Si bien la objetividad y simpleza del relato dejan pocos espacios para la interpretación de la realizadora, no es menos importante el hecho de que no se intenta adornar ni desentrañar la realidad de la que da testimonio con parafernalias estéticas o narrativas. Es la simpleza de la naturaleza y de las palabras sinceras de estas mujeres las que invitan al espectador a la reflexión.El Guillatún