Elogio a las ferias de ilustración
1. Quien quiera seguirle el paso a la ilustración chilena no tiene una tarea fácil. A cada instante surgen nuevos creadores, nuevas propuestas, nuevos formatos que hacen imposible estar al día. Pero si es que existe un espacio donde sentir el pulso de lo nuevo es en las ferias de ilustración. Ahí se congregan entusiastas quienes comienzan a dar forma a una nueva generación de ilustradores chilenos.
2. Todo está en Internet podría decir alguien y asistir a un evento, muchos de ellos en lugares poco centrales o en espacios emergentes, significa una pérdida de tiempo. Pero nunca será lo mismo. Las redes sociales son el reino de la autocoronación, la batalla de egos, las alianzas sin crítica entre amigos y la cuchillada sin vergüenza entre enemigos. Pero otra cosa es con guitarra. Otra cosa es presentar productos ante un público no siempre complaciente, que apenas dedica unos segundos al fruto de días de trabajo. Por eso en las ferias de ilustración los autores despliegan trabajo y ganas. Van a conquistar un territorio y para eso llevan sus mejores armas.
3. Una vez le preguntaron al dibujante Rodrigo Salinas si existían profesionales de la ilustración en Chile. Su respuesta fue lapidaria. No, lo que existe son autogestores profesionales de la ilustración. En un mercado en el que apenas hay espacio para una oferta a ratos desbordante, la autogestión se transforma en una herramienta fundamental para sacar adelante proyectos y mostrar al mundo las propias capacidades. En una feria todo es autogestión. Y llegar hasta ahí requiere de capacidades que no se enseñan en un taller, menos en la universidad o en un curso de ilustración.
4. Las ferias de ilustración son también el reflejo de un fenómeno interesante que tiene que ver con la manera con que las nuevas generaciones se relacionan con la tecnología. A pesar de haber sido criados frente a las pantallas del computador con el mundo a un clic de distancia gracias a Internet, y más visibilidad de la que cualquier creador emergente pudo soñar décadas atrás, tienen un anhelo de asociatividad, de estar con otros, organizarse en comunidad, crear redes y trabajar colectivamente que resulta sorprendente. Y las ferias de ilustración son el lugar para sentir esa energía.
5. La multiplicación de las ferias también responde a un deseo de regresar a la materialidad. De aprender, de hacer, de investigar y experimentar. No son pocos los ilustradores que llegan con publicaciones que han encuadernado artesanalmente, con tapas serigrafiadas por ellos mismos sobre pliegos de papel fabricado, cortado y teñido en casa. Desde sus puestos, diversos y atrevidos, cada uno de estos productos nos habla de una generación que crea sin límites, sin pedirle permiso a nadie, motivados por un afán expresivo que salta barreras y apuesta por una constante reinvención.
6. Seguro, no todo tiene la misma calidad en las ferias de ilustración. Si bien en algunos casos existen selecciones previas, abundan los pastiches de Instagram, los plagios mal encubiertos y otras perversiones del copy paste, pero eso es también signo de las diversas tendencias que conviven en una escena globalizada, con a veces poco espacio para la crítica y autocrítica. En ese sentido las ferias de ilustración cumplen con ser un muestrario y dar cuenta de un panorama. A cada uno la tarea de seleccionar.
7. A pesar de lo que se pueda pensar, en las ferias de ilustración no solo se encuentran chapitas y stickers. La producción tanto en calidad como diversidad ha ido creciendo y ya no es extraño que sean espacios utilizados para presentar nuevas publicaciones. Ediciones en muchos casos numeradas, de tiraje bajo, hechas a mano que difícilmente llegarán a una librería o volverán a ser editadas en otros formatos. Es decir, tesoros.
8. Asistir y comprar en una feria de ilustración es también una forma de ser parte de un proceso de valorización del trabajo creativo. Al adquirir uno de esos productos estamos incentivando a que sus autores sigan produciendo, además de aportar —aunque sea en forma mínima— para que puedan concretar su siguiente proyecto. Si creemos en la ilustración chilena y queremos construir un mercado para su fortalecimiento y expansión, las ferias de ilustración son un buen primer paso.
9. En todo esto hay también una satisfacción personal. No se puede negar. Ir a una feria de ilustración sabiendo que tal vez ahí se encuentra aquel autor que en un par de años será una pequeña estrella en nuestro micro cosmos ilustrado tiene algo adictivo. Yo estuve ahí. Yo lo vi primero. Yo apoyé su trabajo cuando aún nadie lo conocía. ¿Ego? Bueno, que así sea.
10. Finalmente, lo más importante. Las ferias de ilustración permiten conocer a las personas que están detrás de las creaciones. Escuchar sobre el proceso que los ha llevado a tomar una decisión. Conversar sobre sus inspiraciones y desafíos. Intercambiar referentes, técnicas y consejos. En definitiva conocer y apreciar. ¿Qué más se puede pedir?El Guillatún