¿Y si le quitamos el bajo?
En reiteradas conversaciones tanto con músicos como con aficionados a la música, más de alguna vez llegamos a la conclusión de que hay un instrumento en la música pop que no todos distinguen o entienden, solo lo sienten sin saber qué es. Estamos hablando del bajo. Y lo reafirmo recordando mi propia historia como auditor, cuando tenía menos de 13 años solo reconocía las guitarras, teclas y batería, el bajo para mí era un misterio y ni siquiera tenía noción de qué rol cumplía en una banda, y eso que crecí con la música de los Beatles y las intrincadas líneas de Paul McCartney. Una vez que empecé a tocar guitarra y gracias a amigos del colegio, tomé contacto con el instrumento y lo reconocí. Una de las líneas emblemáticas que hizo que me familiarizara con la sonoridad del bajo fue «Another One Bites the Dust», del grupo Queen. Su compilado de grandes éxitos fue uno de los primeros cassettes que me sacó de la tiranía beatle y me abrió una puerta al resto de la música.
Y así con el tiempo me acostumbré a escuchar música, analizarla y aprender de armonía y de la importancia del bajo en esto: un colchón también rítmico en el que descansan el resto de los componentes. Me acostumbré a escuchar música tocada por bandas, con los roles clásicos bien definidos. Pero había algo mucho más allá, había una revolución y una música pop contemporánea que rompía reglas y redefinía conceptos, y yo, no lo sabía. Las verdaderas revoluciones en la música se hacen con pocos elementos y decisiones apresuradas e intuitivas, y este fue el caso de Prince y su mayor éxito entonces a la fecha, «When doves cry», single publicado en el año 1984 y que llegó a vender 2 millones de copias.
El joven genio de Minneapolis venía desarrollando una promisoria carrera basada en una explosiva mezcla de música negra (funk, soul) y elementos del rock, y ya para el año 1982 gracias a su disco 1999 se había convertido en uno de los primeros músicos de color en derribar las barreras de segregación racial en los EE.UU. (junto con el disco Thriller de Michael Jackson), sonando por igual en MTV o radios blancas y negras. Pero su gran golpe vino con el single «When doves cry», canción perteneciente al álbum y banda sonora de la película Purple Rain, el cual significó su consagración. Gran parte del atractivo de este single se basaba en una sencilla e imperceptible decisión de producción musical: la canción no tenía bajo. Quizás un hecho impensable para la época, una canción pop de espíritu bailable sin línea de bajo, pero que fue una elección de último minuto. Al artista le sonaba todo muy convencional y durante la última sesión de mezcla probó silenciando el canal donde estaba registrada la línea de bajo. Cuenta el técnico de sonido que trabajó en la grabación, que Prince sonrió al escuchar la nueva versión y supo inmediatamente que ahí tenía un hit imbatible, pese a que en un comienzo odió la idea de quitar el instrumento.
Buscando en Google sobre esta canción me encontré con mucha curiosidad en foros y elaboradas teorías de sobre cómo habrá sido la línea original de bajo. Su progresión armónica es bastante sencilla (4 acordes) y da para que incluso músicos anónimos en Youtube se animen a probar versiones como ésta. También se dice que en algunas giras de Prince, el bajista de la banda se ha visto obligado a improvisar una línea, pese a que nadie tiene certeza de si es la original, y tampoco se sabe si existe una mezcla de la canción en estudio incluyendo el instrumento. Un par de años después el músico volvería a repetir el truco en otro de sus éxitos, «Kiss», pero a esas alturas la revolución ya estaba hecha, y existen ya un sinnúmero de canciones que recurren a técnicas como ésta —a veces muy sutiles—, para expandir los límites de la música pop. No en vano se pondrían de moda durante la década pasada las bandas de rock sin bajo.
Siguiendo con la misma inquietud, pero también un poco en la vereda opuesta, Prince grabó en 1987 la canción «Forever in my life», sin más acompañamiento que la máquina de ritmo, un bajo pedal sugerido por esta misma, y sus voces al más puro estilo gospel. Casi como un acercamiento al silencio, pues el silencio también es música, y el silencio también puede llegar a ser revolución.El Guillatún
Steven Paul Smith
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Muy bueno
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