«Toca la Copa» – Improvisación Futbolera
Aquellos que vieron el partido «mundialero» de Ghana contra Alemania el pasado sábado 21 de junio saben lo impresionantemente peleada que estuvo la cita. Lo que la mayoría no sabe aún es la intensidad con que el Goethe-Institut y el Museo de Arte Contemporáneo Quinta Normal decidieron vivir el compromiso deportivo. Proyectando el partido en el Hall del museo, dispusieron a dos tríos de improvisación libre enfrentándose durante el segundo tiempo. Del lado germano estuvieron los alemanes Alois Kott (contrabajo), Christian Lillinger (batería y percusión) y el chileno Edén Carrasco (saxofón alto), mientras que el lado ghanés fue representado por los chilenos Andrés Pérez (saxofón tenor), Carlos Cortés (batería) y Lautaro Quevedo (teclado).
Mucha publicidad y ciertamente muchas bromas en redes sociales se han erigido sobre la euforia que produce el fútbol. ¿Podría transformarse esta pasión en una fuente de inspiración artística? La resistencia a esta idea es totalmente esperable. Sabemos que algunas barras refugian entre sus líneas a grupos e individuos violentos (sin querer estigmatizar a las barras mismas claro está), y bien podemos recordar los destrozos generados al Transantiago tras la victoria de Chile contra España. También están las múltiples quejas contra el proceder de la FIFA, y la inevitable crítica respecto a cómo el fútbol se ha convertido en una especie de opio moderno del pueblo. Pero si el autor de «Las Venas Abiertas de América Latina» estuvo dispuesto a dedicarle un libro al deporte de los noventa minutos, quizás queramos revisar nuestra reticencia a considerar la posibilidad de que fútbol y arte puedan relacionarse.
Sin ser un fanático ni un seguidor regular del balompié, considero que hay algunas razones por las cuales éste se mezcla bien con la improvisación libre. Ambos son eventos únicos en el tiempo. Pueden reiterarse con los mismos jugadores/improvisadores, pero el resultado nunca será el mismo. Aunque es posible grabarlos, la sensación es completamente distinta, ya que tanto deportistas como músicos están reaccionando a su contexto haciendo que el desarrollo sea completamente impredecible. Se podría argumentar que es distinto en ambos casos, pues con la música estamos dispuestos a escucharla innumerables veces, sea ésta improvisada o no, mientras que nadie revisa un partido entero de fútbol. Pero podría decirse también que las jugadas importantes, faltas y goles hacen que el público televisivo exija una repetición inmediata. Además, aquellas jugadas de gran valor pasan a la historia y quedan disponibles para su consulta en videos. Otro punto a favor de la propuesta es la manera en que el enfrentamiento sobre la cancha se traduce en elementos de conflicto y contraste en la música, recursos que en el arte (al menos dentro de lo que conocemos en occidente) son fundamentales. Todo ello se presta para que este material, convertido en una experiencia audiovisual, se asemeje a ver una obra cinematográfica.
La comparación sirve también para ilustrar un punto que vale la pena mencionar: tanto un partido como una improvisación libre requieren de preparación. Tal vez por lo chocante de cómo suena (o se ve, si es con material visual o danza) la improvisación libre, el público supone que no hay un trabajo detrás. Sin embargo, esta idea es en muchos casos errada. Por ejemplo, en el «Ciclo de Cine Mudo con Música en Vivo», que también es organizado por el Goethe-Institut, los músicos reciben con antelación la película para que puedan desarrollar esquemas o estrategias de improvisación, de la misma manera en que los jazzistas memorizan y trabajan los acordes de un tema antes de lanzarse a solear. Para el caso de «Toca la Copa», los músicos realizaron una sesión grabada de música improvisada en «Estudios del Sur» algunos días previo al partido. Al conocerse musicalmente un grupo cualquiera de improvisadores con anterioridad, seguramente aumente la interacción al momento de un concierto, organizando de alguna manera una situación que fácilmente puede devenir caótica.
Es de notar que al realizar un evento como éste debe tenerse en cuenta un riesgo importante: el partido puede ser un fiasco. La suerte, sin embargo, estuvo del lado de los músicos, dando un segundo tiempo abismalmente más interesante que el primero y lleno de goles por lo demás. La intensidad del encuentro vio su reflejo en la música, convirtiéndola en una experiencia casi estresante especialmente para los hinchas de Alemania, quienes tuvieron que conformarse con un empate a dos. Llamó la atención la relativa lentitud con que los goles generaban un aumento de volumen en la música, contrario quizás a lo que uno esperaría. Los tantos más que ser puntos cúlmines de un crecimiento, parecían ser el puntapié inicial de éste, ya fuera para la celebración o para el lamento estruendoso según el favorito del espectador. Otro aspecto interesante de escuchar fue cómo esta acumulación de energía demoraba en dispersarse, durando prácticamente toda la repetición de las jugadas.
Aprovechando que estamos hablando de volumen, se lamentaron algunos problemas de acústica y amplificación. Éstos tendieron a poner demasiado en relieve a las baterías, en segundo plano a los saxofones, y en grandes dificultades al teclado y al contrabajo. No obstante lo anterior, estos últimos dos supieron aprovechar momentos de calma para mostrarse. Aunque la sala puede no haber sido la mejor para estos tríos, debemos reconocer que es significativo que el Museo de Arte Contemporáneo Quinta Normal haya albergado a esta propuesta de improvisación libre con fútbol en directo.
Quisiera para finalizar compartir la postura de Andrés Pérez (saxofón tenor), quien considera que esta experiencia refleja una manera distinta de ver el fútbol y los movimientos de sus jugadores. Esta idea me hace pensar que efectivamente la euforia futbolística puede transmutarse en una construcción artística. Extendiendo un poco la reflexión podríamos preguntarnos si, ¿habiendo una cara socialmente violenta de las pasiones, es posible encontrar una contracara para encauzarlas hacia una vía favorable para la sociedad? Y si fuera así, ¿es posible que el arte cumpla un rol central en este proceso?El Guillatún