Consuelo Pacheco: desde el Contacto Improvisación, democratizando la danza
Suelo recordar con mucho cariño un grupo de alumnas vascas que ante ciertas dificultades durante las prácticas de danza decían «es que aquí somos muy tiesas, somos diferentes a ustedes las sudamericanas», y esa aseveración me provocaba una ternura infinita pues sabía que ellas imaginaban que mi país se parecía uno de esos inundados por los ritmos afro-caribeños donde el baile se hallaba en cada esquina. Así que además de hablarles un poco de nuestra historia, busqué desde la complicidad que nos unía en tanto mujeres, jóvenes con deseos de bailar, iniciar un proceso donde fueran descubriendo cómo emergía el movimiento en sus cuerpos. Cada una a su tiempo logró sobrepasar la barrera de esa supuesta imposibilidad corporal que asumían como inherente a sus orígenes, y se permitieron disfrutar de danzas, presentaciones y encuentros callejeros dando muestra de una enorme capacidad de liberación.
¿En qué momento el cuerpo deja de ser libre? Para el bebé de meses no hay cuestionamientos al respecto y sin embargo algo ocurre a medida que crecemos y que efectivamente tiene más que ver con nuestra cultura que con nuestras capacidades. Porque no hay duda, aprendemos en la interacción con otro(s) en espacios determinados, imitamos, sí, pero fundamentalmente percibimos y ese último aspecto es el que tiende a olvidarse.
Si para mis alumnas reconquistar su libertad corporal se había traducido en poder sentir, experimentar y comunicar con el cuerpo y desde el cuerpo, quería decir que antes, de alguna manera habían percibido que no eran capaces de experimentar otras formas de movimiento. Esas otras formas son las que muchas personas nos atribuyen como naturales a los que somos profesionales del área. No es de extrañar si lo que acostumbramos a mostrar de la danza es el resultado final de un proceso traducido en obras impresionantes. Imposible no generar un gran distanciamiento con el resto del mundo.
Afortunadamente, desde otras prácticas en danza nacen oportunidades para experimentar el movimiento desde un proceso personal. Tuve la fortuna de cruzarme con una de sus exponentes en nuestro país quien me obsequió a lo largo de una extensa conversación sus puntos de vista sobre danza y pedagogía desde la experiencia del Contacto Improvisación.
Consuelo Pacheco es Licenciada en Danza con mención en Pedagogía e Interpretación por la Universidad Academia de Humanismo Cristiano y se dedica a la práctica del Contacto Improvisación desde el año 2009. No podemos evitar mencionar a Carmen Beuchat, la primera persona en impartir clases de Contacto Improvisación (C.I.) en Chile el año ’77. «Ella estaba en el núcleo de la investigación vanguardista en la etapa previa al Contact. Por eso siento que para ella es súper relajado hablar del tema, el C.I. debe ser un frutito dentro de un movimiento tremendo que vivió», me dice Consuelo.
Tampoco podemos obviar hablar de Steve Paxton a quien se le atribuye ser el inventor de esta metodología a inicios de los ’70 bien que el insista en repetir que no descubrió nada, que solo creó el nombre y el proceso para estudiarlo. «Steve Paxton hace algo muy lindo, crea una metodología para que la cosa se sostenga e incluso se pueda investigar, porque él es muy abierto y dice “esto es material para investigar, no es material para repetir”. Lo dijo en los 70 y lo sigue diciendo hoy. Quien fija pierde la posibilidad de investigar».
«Yo amo bailar y si tuviera que estudiar de nuevo lo haría porque lo pasé muy bien. Pero con la práctica del C.I. me he dado cuenta que hay muchas cosas que durante la formación en danza permanecen reprimidas. Por ejemplo yo hice mi tesis en relación al primer encuentro de contacto en la naturaleza porque ese espacio me ha marcado desde siempre y cuando vi que el C.I. se hacía también en la naturaleza aluciné. Pero en ese proceso me pregunté “¿cómo es que durante mis 5 años de formación nunca me llevaron a bailar en la naturaleza? ¿Cómo siempre estuve en una sala de clase?” No lo entiendo. Para mí la naturaleza es también ese espacio donde pones en juego a full la técnica. Parece paradójico pero es que bailar sobre rocas requiere de una gran escucha, estar muy blanditos o tener el tono justo y ahí aparece también toda la eukinética, la coreútica aplicadas».
Algunas de las clases que propone Consuelo están dirigidas a niños y niñas de entre 3 y 4 años en compañía de alguno de sus padres. «Lo esencial en estas prácticas es facilitar la exploración sensible y el estar en familia permite a los participantes descubrir su propia danza desde la estimulación de sus habilidades emocionales, psicomotoras y sociales. Así se puede esperar que el trabajo favorezca el desarrollo de su imagen corporal, de su autoestima y de su universo general».
«Piensa que el alimento del músculo es la emoción, en esta etapa es muy importante sentirse en confianza y seguros en un espacio protegido. Eso facilita el auto-reconocimiento y poder actuar desde lo que somos».
Consuelo reivindica ante todo los espacios de exploración como metodología en clases. «Lo lindo del espacio de exploración es que técnicas más actuales como las somáticas ayudan a encontrar el tono justo. Para llegar a ello debemos sentirnos en confianza y eso es lo que facilita la exploración que en el caso de los más pequeños requiere también de alguien acompañándolos. Esa es la línea que deseo seguir en mi forma de hacer pedagogía. La técnica Alexander trabaja de esta manera, primero uno se conecta consigo mismo, se alinea y luego desde allí comunica al resto y esto es tan natural que se convierte en algo colectivo. Pero se requiere haber pasado por la etapa anterior de autoconocimiento, de autoconfianza y meditación».
«Lo último que pido en mis clases es que para hacer C.I. hagan contacto físico o se entiendan a través de él. En este trabajo es más importante conectarse con las sensaciones; en el fondo es como despertar el cuerpo de la atención, encarnarlo, sentir lo que está pasando, porque cuando vas a bailar con otro hay un montón de información circulando que se transmite entre los dos. Me transmiten peso y ese peso viaja por una parte de mi cuerpo y como es una danza espontánea, porque tiene que mantenerse la espontaneidad para que haya improvisación y no haya manipulación, tienes que tener un contacto despierto con lo que te está pasando».
«A veces se piensa que C.I. es entregar el cuerpo a otro cuando en realidad se trata de estar completamente con uno y completamente con otro. Cuando más estoy en mi centro, más puedo estar con otro. Lo contrario es una desconexión muy grande, incluso tener que hacerse cargo de otro puede generar lesiones tremendas, una danza sin centro, no es danza C.I.»
«Para poder generar nuevas habilidades, en mis clases primero descubrimos cuáles son las que hay medio dormidas, entonces cada danza con cada persona va a ser distinta porque cada persona tiene despiertas más unas habilidades que otras, desde ahí incluso se empieza a generar una sintonía y una transmisión que va más allá de mi indicación. Trabajo bastante con gente que dice que no baila, pero que para mí bailan increíble y la idea es generar un espacio acogedor para toda esa manifestación corporal que está ocurriendo. Por eso voy a esto de encarnar más lo que se está haciendo. Esa idea de “vengo a la clase a aprender algo distinto a lo que soy”, para mí no funciona, se trata más bien de saber ¿quién soy? ¿Cuánto peso?»
«Considero que lo más importante no se transmite a través de la palabra sino a través de una dinámica sensible, muy de piel, muy lenta, pero que al mismo tiempo que es lenta te permite de un momento a otro volar. En el C.I. puedes estar muy pasivo, muy tranquilo, muy perceptivo, estar conectado con tus sensaciones es la raíz para volar. En clases pongo como ejemplo esa relación, cuando hay una parte que está cayendo de mi cuerpo, naturalmente hay otra que está subiendo, porque hay un balance. Es como conectarse con lo más natural del movimiento y no controlarlo. Entonces es como una técnica, una práctica, que busca que el cuerpo sea muy espontáneo y para ser muy espontáneo hay que tener mucha confianza. Cuando pones la palabra como “no hagan esto” o “no hagan lo otro”, estás muy en el lado racional y esto es muy instintivo intuitivo. Sin embargo ese intercambio está dentro del fenómeno de la conversación».
«Por ejemplo, estuve en un encuentro con un profesor que viene de la primera camada del C.I., eso se siente por cómo transmite las cosas, con una simpleza de una profundidad increíble. Nos hizo trabajar todo el rato con tejido conectivo, nos tuvo todas las clases agitando todo el cuerpo y decía que nos pensáramos como embriones, como un solo músculo. La separación de los músculos tiene que ver con un mecanismo más racional, de entendernos por parte. Sentirnos con un solo músculo implica que al movilizar una parte de mi cuerpo, es todo el cuerpo el que responde al movimiento. Esta fue la forma de abordar la práctica cada día, por lo tanto nuestra comprensión pasaba por la experiencia primero. No se trata de no hablar pero sí es cierto que es la sensación la que predomina. No nos decía “tú tienes que sentir esto” sino “a través de este sentir que acabamos de despertar vamos a generar esta dinámica”».
El espacio de mayor experimentación para C.I. es el de las Jams. Estos encuentros no dirigidos ofrecen un espacio de intercambio e investigación, son abiertos a todo público y no hay requisitos para participar. «En la Jam es tan importante lo que sabes como lo que no sabes, allí te enfrentas a un espacio donde nadie te dice lo que tienes que hacer. Puedes venir de la improvisación, de la danza clásica, del butoh o de un área que no tiene nada que ver con el movimiento y todo eso se pone en juego, no hay un juicio, no hay un modo de moverse. Yo entré al C.I. a base de Jams, me tomó la práctica de una sensibilidad que fue también la que me dió confianza para enseñar. Esta práctica constante me recuerda que la danza es un fenómeno social y humano necesario para todos, no solo para los que se dedican específicamente a la danza».
A principios de enero, junto a la bailarina Tatiana Pérez y el músico Carlos Vera, Consuelo estuvo a cargo de la organización del 9° Encuentro de Danza Contacto Improvisación. El evento, que tuvo su cede principal en el espacio La Vitrina, ofreció tres seminarios intensivos a cargo de Autarco Arfini (Argentina), Deva Sudolsky (USA) y Carmen Beuchat (Chile), además de Jams itinerantes en sala y en espacio público.
Si bien los cupos se llenaron prácticamente al mes de anunciar la actividad, las Jams funcionaron como espacio abierto para quienes se quedaron fuera de los seminarios. Éstas quedaron a cargo de distintas personas de manera que cada una le diera una cualidad especial. «Hay que pensar que las Jams se impregnan mucho del espacio en el que ocurren, por eso nos parece interesante que sean itinerantes».
El año que viene el evento cumplirá 10 años y esperan recorrer con él otras ciudades de Chile. El equipo sabe por experiencia propia que tras vivir un intensivo la gente queda enganchada al Contacto Improvisación, por eso invitan a no dudar en participar de estas experiencias a través de los encuentros que se suceden a lo largo del año y que están agendados en la página encuentroimprovisacion.cl.
Pero atentos quienes se quedaron fuera de este intensivo, febrero ofrecerá la oportunidad de vivir en familia el C.I. porque la semana del 20 al 28 regresa en su cuarta versión el Encuentro de Danza Contacto Improvisación en la Naturaleza que tendrá lugar en la región del Maule en la Eco Aldea La Bella de Rari. Como en años anteriores, el espacio contará con talleres para grandes y pequeños. Pueden acceder a la programación con información detallada en www.labellaecoaldea.org.
Porque desde el propio movimiento todos/as tenemos algo que decir, les deseo un verano bien bailado.El Guillatún