Fractal
Fractal es la tercera y última parte del proyecto experimental Realidad Aumentada que Francisca Sazie y Cristián Reyes en un trabajo conjunto de cruces disciplinares dieron como primer resultado en el año 2009 el montaje Sin testear, obra sumamente interesante que conjuga tecnologías visuales, proyecciones y danza dentro de un escenario muy novedoso y particular. Al año siguiente y bajo el auspicio del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes el proyecto continuó con Zoom, una creación más ambiciosa donde los efectos y recursos tecnológicos y la elaborada puesta en escena no lograron matizar falencias de dirección, que desafortunadamente le restaron calidad a los resultados de la producción.
Completando la trilogía comenzada hace tres años, Fractal, la nueva obra del equipo formado por la coreógrafa y el diseñador teatral recientemente estrenada en el GAM, reúne de manera excepcional la experiencia artística de las dos creaciones anteriores, proporcionando un trabajo donde la acción corporal, el espacio usado a manera de instalación visual, la musicalización y el juego virtual de imágenes proyectadas a través de tecnología componen acertadamente una pieza llamativa que invita al público a adentrarse en una experiencia sensorial que cautiva y seduce desde el comienzo mismo de la obra.
ACERCA DE FRACTAL
El espacio usado a manera de instalación, pulcro y equilibrado, el minimalista recorrido del personaje que una y otra vez al enfrentarse con la silla duda y se devuelve, los personajes inertes perfectamente alineados, recostados en el suelo en un ángulo de la escena, la mujer de pie, factor columnar en la composición teatral meciéndose suavemente, lejana y distante, como si a lo lejos, algo fuera a aparecer. La insistente melodía que sugiere un vinilo que ya ha sido usado nos anticipa como en el cine, a algo que va a suceder. Como en el cine porque en la cuidada escenografía, además de la silla y el añejo aparato de televisión, una gran pantalla cubre el fondo de la escena prediciendo imágenes que comienzan a hacerse visibles en la medida de que a través de un muy simple pero acertado juego de proyección los intérpretes lentamente, casi sin darnos cuenta comienzan a moverse.
Un buen comienzo para una obra que sugiere.
Factores estructurales de la propuesta invitan al espectador a compartir vivencias que los intérpretes van concibiendo en escena donde lo real y lo fantástico, la relación entre lo que sucede y la proyección instantánea van creando la ilusión de otra realidad, acaso paralela, que confluye a la vez en una tercera realidad superponiendo así una narración dentro de otra.
El uso de tecnologías relacionadas con la imagen viva y el recurso argumental que muestra el televisor sesentero, muy ad hoc en la propuesta escenográfica, citando escenas de By rocket to the moon y Dr. Mabuse, películas de culto de Fritz Lang, son reconstruidas y parodiadas en vivo por los intérpretes donde la imagen de ellos es proyectada creando una composición de acciones que funcionan una dentro de la otra indefinidamente, muy al estilo del mise en abyme (puesta en abismo), las que permiten al espectador recrear el ámbito de los personajes y confundirlo con la proyección que lo representa. Asimismo, la continua relación de la escena con el suceso cinematográfico lo hacen viajar trasladándolo oníricamente por distintas dimensiones espaciales a la vez.
El constante juego de realidades que oscilan entre lo virtual y lo concreto, el tratamiento de los recursos, el lenguaje dancístico que vuelve por fortuna a tomar importancia en comparación con el trabajo anterior, así como el manejo tecnológico sabiamente usado por la mano de los directores imprimen a la creación un tinte simple, en el mejor sentido de la palabra, a la vez que lúdico y colorido que no conflictúa. Por el contrario, invitan al espectador a solazarse de una historia donde dichos elementos, acompañados por un ambiente musical tal vez demasiado insistente y de un marcado estilo cinematográfico y que, sumados a una puesta en escena prolija donde nada ha sido dejado al azar, confluyen en un resultado equilibrado y alegre en los que casi sesenta minutos de duración de la obra logran pasar casi inadvertidos.
Si no fuera por ciertas imágenes y secuencias de movimiento danzados y de citas mostradas a través de escenas que no tienen el suficiente peso argumental ni composicional empeñadas en relacionar los trabajos anteriores que componen la trilogía y en el que el trabajo de los materiales de la escena no van más allá de meras soluciones transitivas, no hacen sino más que confundir un argumento que, por la forma en que la obra está construida resultan del todo innecesarios, tornándolo secundario y subjetivo; es más, dichos elementos complican al espectador obligándolo a referirse a los trabajos anteriores, descontextualizando así la pureza lúdica de la historia y haciendo que ciertas escenas y pasajes se vuelvan un tanto alargados e innecesarios.
Fractal es un espectáculo redondo y coherente donde la danza y el cuerpo vuelven a tomar un rol preponderante que brinda al espectador momentos de fantasía y placer donde los cuestionamientos abstractos tan propios de esta disciplina artística son a propósito dejados de lado en pos de una obra sencilla, lúdica, cariñosa y vital.El Guillatún
Ficha Técnica
Dirección: Francisca Sazie y Cristián Reyes
Asistente de dirección: Etienne Bobenrieth
Diseño integral: Cristián Reyes
Música: Miguel Miranda
Diseño sonoro: Marcello Martínez
Intérpretes: Betania González, Sebastián de la Cuesta, Paula Sacur y Fernando Oviedo
Vestuario: Tatiana Pimentel
Realización escenográfica: Rodrigo Iturra