«Cualquiera sea tu creencia, sabes lo que vale un juramento»
AZUL, ni el de Rubén Darío ni el de Yves Klein. Infinidad de azules dan vida estos días en el escenario del Teatro Municipal de Santiago a la bella obra de Leo Delibes, Lakmé.
En un espacio inmóvil, sin ángulos, magistralmente iluminado por Michel Theuil, Lakmé, hija del sacerdote de Brahma, Nilakantha, vive en tres actos su trágica historia de amor con el oficial inglés Gérald.
Esta obra orientalista, compuesta en 1883 que en su historia de amor traicionado contiene una ácida crítica del colonialismo europeo, encuentra en esta puesta en escena de Jean Louis Pichon un universo ovalado como un ojo, un útero profundo y azul, que modelado por la luz y las entradas y salidas de los intérpretes, va generando una plasticidad del espacio llevándonos desde el interior evocado de un templo, a la cabaña del bosque, pasando por el jardín y la plaza del mercado.
Por su parte, la Orquesta Filarmónica consigue develarnos la hábil orquestación de Delibes, especialmente diestra en el uso de recursos espaciales para representar de manera casi cinematográfica la amplitud de los diversos sitios en los que transcurre la acción.
El rol del sacerdote Nilakanta está soberbiamente encarnado en la distribución estelar por el barítono chileno Ricardo Seguel, quién destaca por su excelencia tanto a nivel actoral como vocal, junto a una impecable pronunciación francesa.
Ramiro Maturana nos ofreció un magnifico Frederick, consistente desde la primer hasta la última intervención, brillando en el dúo con Gerard en el 3er acto.
El vestuario asume la cuota de humor y el mensaje crítico, ridiculizando a los colonos —a las mujeres en particular—, sumiéndolos en un indefinido y descolorido gris en oposición a la belleza sencilla, ligera y espiritual del atuendo hindú.
El tercer acto abre el telón sobre un espacio astillado, la pureza cóncava punzada por decenas de troncos tajantes que presagian el final. En este bosque, los protagonistas Patricia Cifuentes como Lakmé y Christophe Berry como Gerard, tuvieron sus momentos más inspirados e impecables.
El coro dirigido por Jorge Klastornick destacó por su buen balance y afinación. Todos ellos bajo la solvente batuta de Jose Luis Domínguez.El Guillatún
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Ópera «Lakmé» (crédito fotos: Felipe Zubieta)