Virtual, virtual… ¿quién dijo virtual?
Queridos lectores y auditores de El Guillatún,
Ya está lejos el tiempo de los encuadernadores, de la caligrafía y las plumas inmersas en los tinteros. Es verdad que no se huele el perfume del tiempo en una revista digital, ni tampoco que se siente el peso del cuero agrietado de una obra de teatro publicada en la tela virtual, pero podemos asegurarnos de una cosa: es muy poco probable que un fraile paseando por el claustro de su monasterio perdido en las cimas de los Alpes haya podido oír un temazo de jazz mientras leía La Comedia de Aristóteles, a no ser que sus ejercicios de mística lo hayan llevado a escuchar las trompetas del Apocalipsis… Amigos, no lloremos el paraíso perdido y apretemos el virtual botón de radio El Guillatún justo arriba a la izquierda de la pantalla… van a penetrar el misterio de cómo suenan las voces del Kapellmeister Jean Didier Larrabure o de Juan Antonio Sánchez y a ver si entienden el acento francés de Ondas Transversales.
Auditores, pónganse cómodos en el fondo de su sillón cerca de su computador, como antaño cerca de su radio mueble de madera y como aún más antaño cerca de su abuelo contando sus historias de viejo lobo de mar.
Radio El Guillatún tiene la pequeña ambición de hablarle sin saturación, sin precipitación y sin emergencia, como un confidente narra sus cuentos y aventuras. Tiene el propósito de teñir las fibras ópticas del pulpo internet con sonidos de raíz latinoamericana, de jazz, de ragtime, de ópera y de placeres culpables… para perder el tiempo, bailar (aunque muchas veces de forma experimental) y soñar un poco.
Pero no es porque El Guillatún se lanza a la conquista de sus tímpanos que va a dejar de preocuparse por sus globos oculares. Lectores de la pantalla, las páginas de El Guillatún se escriben como los novelistas elaboran thrillers y comedias. Desde el final del verano, nuevos columnistas hicieron surgir elementos perturbadores en nuestra trama. El columnista Keith Daniels se dedica cada noche, desde las nubes de humo y la furia de las jam session de los bares de jazz de Santiago, a recolectar las historias que inventan los instrumentos entre medio de sus Improvisaciones Premeditadas. Otro hombre, que se hace llamar el Kapellmeister —o «el maestro de capilla» (para los íntimos)— interpreta las partituras de los compositores emergentes chilenos. Y al final, pero no menos importante, contamos con Ariana Cuevas y David Nuñez que conversan desde las máquinas, los decoros y el foso de orquesta, sobre los romances y tragedias de la ópera en Scène de Ménage.
Si los engaños, el apocalipsis, las traiciones y los suicidios les hacen palpitar el miocardio, van a tener este mes dos oportunidades de hacer vibrar sus entrañas: una adentro de su computador con la publicación del primer capítulo de la obra Informe para nadie de Juan Radrigán y otra afuera de su computador, en el escenario del Teatro Municipal de Santiago con el Otello de Shakespeare readaptado para la ópera por Giuseppe Verdi. Con todo eso, esperamos entregarles este mes buenos ingredientes virtuales para alimentar su imaginación.
Virtual, virtual… pero no irreal. Desde que Morfeus le entregó a Neo una pastilla azul, sabemos que todo lo que se toca no pertenece forzosamente a la matrix y que lo impalpable es a veces la médula de la realidad (el que entiende se gana dos entradas para ir a ver a Ricardo Arjona en el Estadio Nacional).
Auditores y lectores, cuando se trata de arte ya no hay angustia ni por perder el tiempo, ni tampoco por dejar de ser productivo, porque el arte nos enseña a mirar con toda nuestra atención la poesía de la realidad. Ni cadenas en el escenario, ni mala fe en los poemas, ni parias en las orquestas. Amigos, el arte no es un detalle.
¡Hasta la vista!El Guillatún