Más vale reírse
Queridos lectores,
Un día, todo esto terminará. Es una certidumbre. Pues el sol se apagará después de una larga agonía, en aproximadamente cinco billones de años. El Guillatún debía avisarles.
Ahora bien, muchos creen que no vamos a esperar tanto tiempo para provocar nuestra pérdida y sobre el fin del mundo fueron escritos un sinfín de guiones: está la versión bíblica, la versión «tectónica de las placas», la especial Bruce Willis, el virus asesino, el ataque extraterrestre y la llegada al poder de un Dr. Insólito que no tendrá más expectativas en la vida que la de desencadenar una guerra nuclear. Y como extrañamente en estos guiones siempre es culpa nuestra si la Tierra explota, aquella amenaza nos hizo adoptar numerosas medidas preventivas: aceptar a Cristo, luchar contra el maíz transgénico y hasta mandar una placa de oro al espacio con un mensaje muy amistoso a los extraterrestres. Sin embargo, pasado 2012, ya dejamos de sentir temor ante las escenas más espectaculares de Apocalipsis y los maestros del terror tuvieron que inventar otro modo de angustiarnos con el fin del mundo…
Uno de ellos, el dramaturgo Juan Radrigán, aceptó entregar este mes, en nuestra columna Imaginario Teatral, un informe muy confidencial sobre los hechos terribles que nos esperan. Y en su genio, nos presentó una perspectiva aún más angustiosa que la de morir durante la catástrofe: es decir, la de sobrevivir a ella y tener que presenciar el principio de un nuevo mundo. Es muy probable que haga falta más que un meteorito para acabar con la voraz raza humana. Pero imaginen: ya no hay paraíso, ni infierno abajo nuestro, ni países, ni posesiones, nada por qué matar o morir, ni tampoco religiones. La consecuencia de todo esto es que al puñado de infelices sobrevivientes les tocará arreglárselas con la vasta pregunta: ¿Y ahora qué hacemos?
Qué peso más grande ¿no?, tener que cargar la culpa del primer acto creador y ser recordado entre las generaciones futuras como el innoble que mordió la manzana. Después de todo, como lo escribe Juan Radrigán en su Informe para nadie: «Construir y destruir sigue siendo el pobre destino humano. Construir y destruir eternamente… mientras alguien invisible se ríe».
Amigos de El Guillatún, felizmente, aquellas historias ocurren sólo en la imaginación de los hombres y falta todavía cinco billones de años para no saber contestar a la pregunta de lo que tenemos que hacer. Cinco billones de años para ver nuestros planes e ideologías chocar con la imprevisible realidad. Cinco billones de años para vacilar y buscar en vano respuestas. Y eso es buena noticia. Pues, ante el sinfín de dogmas y verdades que la mente humana es capaz de formular, el crimen quizás no sea sentirse perplejo sino encerrarse ciegamente en la lógica de una sola idea. Y ante nuestros esfuerzos creadores, quizás la risa de aquel ente invisible del que nos habla don Juan no sea burlona, sino cómplice. Que disfruten la lectura.
¡Hasta la vista!El Guillatún