«Uno siempre va a morir donde ha nacido»
Pavel Oyarzún Díaz (Punta Arenas, 1963) es un poeta y novelista reconocido por sus obras de narrativa El Paso del Diablo (2004), San Román de la Llanura (2006) y Barragán (2009), todas publicadas por Lom Ediciones. Fue destacado en 2002 con el Premio Municipal de Literatura de Punta Arenas y en 2005 con el Premio a Mejor Obra Literaria Inédita. Sus libros de poesía son La Cacería (1989), La jauría desquiciada (1993), La luna no tiene luz propia (1994), Antología insurgente: La Nueva Poesía Magallánica (1998), Patagonia, la memoria y el viento (2000) e In Memoriam (2002). Ha participado en diversas antologías, tanto nacionales como internacionales.
Pavel Oyarzún es primordialmente un escritor magallánico. Las imágenes que recrea en su literatura transportan de inmediato a escenarios australes, donde nunca falta el viento impetuoso, el coirón o el fantasma errante de los asesinados en nombre de un país. Pero además, este es un autor profundamente político, tanto en sus poemas como en sus novelas. Y es que para él, «la literatura no puede ser otra cosa que un producto social. Y si es social es histórico. Y si es histórico es político», asegura.
Desde esa perspectiva, magallánica y política, entonces, la obra de Oyarzún habla del lado de los oprimidos: pueblos originarios, trabajadores asalariados, huelguistas y anarquistas, son algunos de los protagonistas de sus trabajos más reconocidos, como Barragán (2009), que lleva este nombre por el mestizo tehuelche Felipe Barragán, quien realmente existió.
Su trabajo ha sido reconocido en el país con el Premio Municipal de Literatura de Punta Arenas (2002), por El Paso del Diablo; y mediante el Premio a Mejor Obra Literaria Inédita (2005), por San Román de la Llanura. Además, escritores como el chileno Luis Sepúlveda, y figuras públicas como Gabriel Boric, han manifestado su admiración por las obras de Oyarzún.
Hoy en día —además de la posibilidad de llevar El Paso del Diablo a pantalla grande—, Pavel Oyarzún se encuentra en proceso de revisión de su última novela, que terminó de escribir durante su paso por Buenos Aires, lugar que dejó hace aproximadamente un mes. En esta ciudad fue donde tuve el honor de conocerlo. Discreto y agradable, tiene como plan más próximo terminar de corregir su trabajo inédito. Y quizás dejar Magallanes. «Desde un tiempo a esta parte, me gusta la idea de vivir y morir en el Río de La Plata; sea del lado argentino o uruguayo», cuenta. Sin embargo, desde un punto de vista más metafórico e identitario, asegura que uno siempre va a morir donde ha nacido.
—¿De qué trata tu nueva novela?
—Es una novela de contrastes. De contrapuntos. Primera y segunda parte. En la primera, se cubre, en grandes trazos, un lapso de 50 o 60 años; a través de ciertos escenarios políticos. En la segunda, en cambio, se trata de una sola noche o madrugada. Es decir, de primera mano, ya existe un contraste temporal, pero que se extiende a otros ámbitos: de lo colectivo a lo personal, en el plano de las convicciones y de la forma de cargar con ellas.
—¿Cuál es el nombre?
—La novela tiene un título provisorio, de mera referencia para mí. Prefiero no darlo a conocer mientras continúe en esta condición.
—¿Cómo fue el proceso de escritura?
—Hace un par de semanas terminé la primera versión. Ahora, estoy en la revisión de aquella. Esta etapa, a la que le sobrevendrá otra revisión, y luego otra, la considero una etapa de escritura de la novela. Tal cual. En mi caso, el resultado de las revisiones, sobre todo de la primera, es crucial. Son muchas las modificaciones, incluidos episodios enteros, pero en especial, a nivel de lenguaje literario. Me exige mucha concentración. Puede parecer algo farragoso, pero a mí me encanta esta etapa. De hecho, disfruto más de las revisiones que de la escritura de la primera versión.
—¿Es cierto que existe la posibilidad de ver El Paso Del Diablo en pantalla grande?
—Hace algunos años trabajé en una adaptación de mi novela, El Paso del Diablo, en un guión literario para el cine. Es decir, su adaptación a otro lenguaje, o algo así. A unos amigos de Valparaíso se les ocurrió la idea de hacer de esta novela una película, y me pidieron que colaborara con ellos. Hasta entonces no había trabajado en guión alguno. Me gustó hacerlo, quiero decir que no se me hizo difícil, tomando en cuenta que trabajé sobre una escritura propia, pero, además, disfruté el acotar los diálogos, precisarlos, darles otros énfasis, como así también, indicar gestos, actitudes o intenciones, en golpes de imágenes, a los personajes. La película creo aún está en la cabeza de estos amigos de Valpo. Pero hace tiempo que no sé nada de este proyecto. Tampoco me quita el sueño. Continúo con lo mío, escribir novelas.
—En general, ¿en qué consiste tu proceso de escritura? ¿Cuánto tardaste en escribir El Paso del Diablo, por poner un ejemplo?
—Una novela me implica trabajar en ella durante meses. Escribo una primera versión, luego viene una primera revisión, y después, una tercera. Y una cuarta y quinta, también ¿por qué no? Entonces, puedo estar cerca de un año. El Paso del Diablo me llevó 8 a 10 meses. Fue mi primera novela, por tanto, todo tenía un sentido más experimental, de mayor incertidumbre. Hasta la tercera revisión, me gusta el proceso. Luego las otras se vuelven cada vez más pesadas, aunque más breves, por supuesto. Pero el tema, los personajes, el lenguaje comienzan a saturarme. Entonces, la dejo ir; quiero decir, la entrego a la editorial.
—¿Cómo surgió tu interés por escribir?
—Mi interés por la literatura llegó por su puerta lógica: la lectura. En un primer y lejano tiempo, a través de algunos pasajes y personajes de la mitología griega. Entonces, tenía unos 12 años. Pero también por las canciones (Víctor Jara, Serrat, Violeta). Al menos, mis primeros poemas surgieron motivados por estos efectos: lectura y canciones.
—¿Qué prefieres escribir: narrativa o poesía?
—No sé si, en mi caso, se trate de una preferencia. Comencé escribiendo poesía. Durante 20 años escribí sólo poesía. A partir de 2001 o 2002 comencé con los relatos, luego la novela. Desde entonces, y hasta ahora, se me da con mucha más facilidad escribir narrativa. Continúo siendo, creo, un buen lector de poesía, pero a la hora de escribir, siento que existe una distancia con respecto al lenguaje y el tono poéticos. Por lo demás, no fui un poeta prolífico. Escribí poca poesía. Sin embargo, continúa siendo el género base.
—¿Sientes que te despides de los poemas una vez que los has terminado?
—De algunos poemas que escribí todavía no me despido, por razones prácticas. Me refiero a que aún me invitan, en ocasiones, a lecturas poéticas, sobre todo en la Patagonia argentina. De modo que debo recurrir a ellos, cada tanto. Recuerdo que al escribir un poema, luego le daba vueltas y más vueltas, versión tras versión, hasta dar con una definitiva. Entonces sí me despedía de él, en el sentido que comenzaba a pensar en otro. En fin, buscar otro tema. Con las novelas también mantengo esta costumbre.
«LEER MUCHO MÁS DE LO QUE ESCRIBES Y ESCRIBIR MUCHO MÁS DE LO QUE PUBLICAS»
—¿Qué consejo le darías a alguien que quiere ser escritor?
—Una vez que ha tomado la decisión de ser escritor, y ya nada le persuade de lo contrario, en mi opinión, debe mantener cierta proporción en el trabajo, esta es: leer mucho más de lo que escriba y escribir mucho más de lo que publica.
—¿Crees que los escritores tienen una responsabilidad social en lo que escriben?
—Creo que los escritores, a través de sus obras, cumplen con una labor social, aunque no quieran. Es cosa de pensar en que trabajamos con el material más común, más colectivo de todos: el lenguaje. En consecuencia, la literatura no puede ser otra cosa que un producto social. Y si es social es histórico. Y si es histórico es político. Y así hasta llegar al átomo. Nadie escribe para sí mismo, al menos, quien publica. Se escribe y publica buscando a otro. Provocar algo en otro. Hablarle. Comunicarse. Toda literatura es social. Por lo tanto, la responsabilidad social de la literatura no depende del escritor; simplemente es parte de su esencia, de la materia prima. Y esto va más allá y más acá de causas temporales, de manifiestos o de doctrinas.
—¿Te sientes influenciado por algún tipo de arte, aparte de la literatura?
—Por supuesto que debe haber, en mi trabajo, alguna influencia de otra expresión artística, como en el de cualquiera. Por ejemplo, del cine. De la música. Pero me considero un bicho eminentemente literario. La literatura, influencia total.
—¿Crees en la inspiración?
—Creo que cuando se habla de inspiración, en literatura o en el arte, se pretende otorgarle un origen divino, o más bien de soplo divino o algo parecido, pero pienso que en esta labor se debiera hablar de un estado de alerta, y luego de una predisposición al trabajo cotidiano, cuando se pueda. Al menos en mi experiencia como escritor, el estado de alerta es permanente, en cuanto a la detección de temas, en la construcción de personajes; más tarde: escritura, escritura y escritura, como cualquiera que se empeñe por hacer bien su trabajo.
—¿Con qué autores te sientes identificado?
—César Vallejo y John Fante. Hay otros, claro, pero los nombro a ellos. De una.
—¿Qué opinas de Pablo Neruda?
—La obra de Neruda es muy vasta. Quizás, demasiado. Tiene la vastedad de los poetas del llamado Siglo de Oro. Pero me quedo con el Neruda de Residencia en la Tierra, por nombrar una de sus tantas provincias, o territorios. Con un gran poeta como él, es imposible abarcarlo todo, o siquiera la mitad, o un cuarto, por decir algo.
—¿Todavía piensas, como escribiste alguna vez, «Vivo en la Patagonia, debo morir en ella»?
—En cierto modo, uno siempre va a morir donde ha nacido, aunque en los hechos sea a miles de kilómetros del lugar. Suena un tanto rebuscado, pero siento que es así. Sin embargo, desde un tiempo a esta parte, me gusta la idea de vivir y morir en el Río de la Plata; sea del lado argentino o uruguayo.El Guillatún
Poemas de Pavel Oyarzún
CAZADORES DE INDIOS
La vida siempre está en la mira
y la rompe un tiro.
La muerte es un círculo nocturno
que se aleja de su centro.
La lluvia quiebra el silencio.
Un dedo que jala el gatillo quiebra la lluvia
y a los hombres que contiene el agua.
Dentro de una herida de bala
Hay un grito inmóvil.
Los cazadores nunca vieron a Cristo
entre los muertos.
Los cazadores aseguraban que en el Paraíso
aún vivía el todopoderoso que los redime.
(del libro La Cacería)
LOS NIÑOS DEL PARQUE
Ellos no tienen buenas costumbres.
Ellos no tienen buenos instintos.
Ellos no aman a la patria,
ni respetan el himno nacional.
Ellos no creen realmente en la virgen María,
ni en su hijo Jesucristo.
Ellos no creen en la familia,
ni en la propiedad privada.
Ellos mean en la calle,
y les sacan la madre a cualquiera.
Ellos están al margen de la ley.
Ellos tienen metido a Dios
en una bolsa de plástico.
Ellos tienen la cabeza llena
de destellos y extrañas figuras,
que les dan risa.
Ellos no sienten vergüenza…
Ellos sienten náuseas
casi todo el tiempo.
(del libro La jauría desquiciada)
REVELACIONES Y UTOPÍAS
Habrá un día en el que
el amor y el alma de los muertos
caerán sobre la tierra
como una lluvia bienamada.
Habrá un día en el que
reinará la dulzura de muertos luminosos
en todas partes.
Sobre toda criatura y todo espacio.
Sobre toda flor y toda aldea.
En todo terminal de buses.
Y en todas las miradas.
Habrá un día que será hermoso y plácido
como las muchachas que se paseaban
por las calles de Tenochtitlán,
en los tiempos de la sangre sagrada.
Habrá un día en el que
se escucharán de nuevo
los antiguos himnos,
tal como cuando
se cumplió la profecía de los tiempos,
y dejaron allí su verso y su ritmo;
sobre las piedras labradas
de los palacios prohibidos,
o sobre el blindaje de los bunkers,
como espectros de la esperanza.
Los himnos que alguna vez
invadieron los valles,
las selvas,
las plazas y los cementerios,
las aguas del Río Grande,
o el desierto de Atacama,
o la quebrada de Yuro:
anunciando la aparición de la felicidad
que venía con ellos,
así fuera en la tierra como en la muerte.
Habrá un día
en el que la gran redención será cumplida:
ilustres muertos abrirán las memorias.
Y donde hubo oscuridad,
se hará la luz y el milagro.
Entonces cada promesa,
cada pacto de sangre y cada juramento,
cada resurrección del alma y de la carne,
cada herida de espada o de bala,
se harán recuerdo y movimiento.
Y ningún olvido será cometido sobre la tierra
ese día.
Habrá un día en el que
se verán las imágenes
de todas las revelaciones que trajeron
los poetas al mundo.
Habrá un día para César Vallejo y para Roque Dalton,
para Rimbaud, el niño vidente de la Comuna,
y también para Armando Rubio.
Y para todos los que dejaron
algún rastro de su canto
entre la tierra y la luna.
Habrá un día en el que,
por fin,
será revelada la existencia real del amor
en la historia de la muerte.
Habrá un día en el que
los muertos bienamados
volverán a este mundo,
como recuerdos
del Paraíso.
(del libro La jauría desquiciada)
Manuel
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Acabo de descubrir a Pavel y estoy leyendo su novela “Krumiro “ya me considero su admirador. La entrevista estubo exelente, felicitaciones.
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