«Con la música trato de ir al fondo de esto, que es la vida»
Bebé Swedenborg, compositor argentino
En Chile, una de las primeras cosas que pensamos cuando nos referimos a Argentina es en su música. Charly García, Luis Alberto Spinetta, Fito Páez, Soda Stereo, Virus y muchos otros, son parte del repertorio musical que marcó —y sigue marcando— generaciones. En nuestra búsqueda constante de nuevos talentos hoy presentamos a un músico emergente de la Ciudad de Buenos Aires, Federico Mastronardi (25) —Bebé Swedenborg en su seudónimo artístico— quien hace poco presentó su último disco, Mordiendo lo Real, trabajo musical que viene a mostrarnos una faceta muy interesante de lo que hoy se está produciendo en el país trasandino.
Para Swedenborg, la creación musical es una necesidad, un impulso que lo hizo moverse entre sus contactos para conseguir diferentes lugares donde grabar sus canciones y lograr un producto casero, pero bien hecho. A la vez, la música es también para él un asunto que fluye en estados especiales, como ayunos o largas conversaciones con sus cercanos. En particular con Federico Estigarrivia, psicólogo y amigo quien, además, es el autor de la lírica de las dos muestras musicales de Bebé Swedenborg: Sin Buey (2014) y Mordiendo lo Real (diciembre 2015).
Así, en Mordiendo lo Real —compuesto de 12 temas y con una banda de 10 músicos invitados— encontramos un disco que explora una diversidad de terrenos y viaja a través de una notable variedad de paisajes sonoros, siendo ricamente heterogéneo a nivel musical. Por momentos, la voz del autor nos remite, dulce y melancólicamente, al color y al timbre de la voz de Leonard Cohen o, sin ir demasiado lejos y simplemente cruzando el Río de la Plata, a los de Alfredo Zitarrosa, en temas con aires milongueros como «Charly 84». La atmósfera como de casa de burlesque en que el oyente se sumerge en «Sin retorno» nos traslada a climas que perfectamente Tom Waits podría haber recreado. Pero Mordiendo lo Real es un disco polifacético que nos lleva del folk, del blues o de un típico ritmo rioplatense al Caribe, con naturalidad y autenticidad teniendo como sello indeleble temas como «Tiene que viajar» o «Bromas aparte», ambos con aires caribeños y bailables.
—¿Cómo surgió la idea de hacer un disco con letras de otra persona?
—Con Fede Estigarrivia hace más de tres años que hacemos canciones juntos. Todo surgió en un momento donde yo iba mucho a una casa que él tenía en [el barrio porteño] Colegiales, y en una de esas vueltas que fui (y donde los dos ya habíamos hecho un ayuno) pasó que empezamos a hacer una canción, que finalmente terminó en 6 u 8 temas en pocos días. Yo las grabé en mi casa. Después hicimos el trabajo de Sin Buey, que fue mi primer disco. Y ahí me comencé a volver loco con grabar. Grababa en cualquier lado. Hasta el día de hoy no sé cómo hice para conseguir tanta gente que me invita a trabajar a su estudio, o a su casa, ¿viste?
—¿Y qué tal fue la experiencia grabando?
—Para mí fue como una necesidad. Al principio casi todo el tiempo era de producción, de estar dándole forma a los temas; no podía hacer otra cosa. No era que iba tales días a grabar y estaba todo ordenado. Era grabar a toda hora, como sea. He pasado ocho horas sin comer, sin dormir, ni hacer nada más que grabar. Una necesidad. Después, bueno, se fueron integrando opiniones de más personas. En principio fue una necesidad y después ya hubo que darle forma para publicarlo y terminarlo.
—Charly García dijo que un disco no se termina, sino que se abandona.
—Y un poco sí porque si yo ahora escucho las canciones digo «bueno, vamos a grabar todo de nuevo» [se ríe].
—¿Y en qué momento decidiste que se acababa el disco?
—Cuando ya estaba hinchado las pelotas [se ríe]. No. Estuve mucho tiempo. Me río porque siempre decía: «La semana siguiente termino» y nunca terminaba la semana que viene. Pero también por una cuestión de condición. No sólo de no querer. Charly grababa con sus músicos en un estudio y no lo sacaba nadie de ahí. Yo por ahí tenía que perseguir a alguien [de la banda] dos semanas seguidas para hacerlo grabar. O que éste me termine tal cosa e ir a juntarme con el otro. Debe ser el disco de menos presupuesto del año. O de los últimos 10 años.
—¿A qué apunta el nombre Mordiendo lo Real?
—Salió por una conversación entre Fede Estigarrivia y otro amigo. No sé bien qué estaban diciendo. Seguramente estaban hablando de algún tema psicológico, ¿viste? de la vida, mezclado un poco con la música. Hablaban de qué se trata la música de verdad, de qué se trata hacer temas, crear canciones, salir a tocar; hablábamos de quién era buen músico, quién no, cosas así. Creo que empezaron a hablar de mí y hablaban de lo real. Y empezaron, de alguna forma, a mentir diciendo que yo «mordía lo real» cuando componía una canción. Supongo que se refería a encontrarle el ambiente de lo que hablan las letras, porque, en general, yo trabajo sobre las letras, hago la música sobre las letras y la letra, de cierta manera, rodea estos reales, estas intensidades que a veces son encuentros, a veces son pesadillas, ¿no? Y nació de eso, de una conversación. Entonces Mordiendo lo Real sería tratar de ir al fondo con esto, que es la vida.
—Mordiendo lo Real tiene diferentes géneros musicales. ¿Cuál es, para ti, el hilo que une al disco?
—Es difícil, ¿no? Yo diría que es un disco de canciones. Son doce canciones, y sí, es cierto, son muchos géneros.
—¿Existe alguna razón de esta heterogeneidad en tu música?
—Supongo que tiene que ver con la forma de componer. Fede escribía dos o tres letras por día y me las mandaba por mensaje de texto o de Facebook o Whatsapp. Entonces yo agarraba y me ponía a darle forma a eso. A veces surgía el comienzo de una canción y me despertaba algo. «Bueno, esto va a ser una zamba», o «esto es un rock», un blues, etc. Supongo que tiene que ver con un poco de esto de Mordiendo lo Real, es como entrar en sintonía con algo de un ambiente. Y, no sé, después surgen también las ganas en mí de probar diferentes cosas. Es como si también tuvieran un poco de vida propia, yo qué sé.
—¿Qué buscas transmitir mediante tu música?
—Depende de la canción. Hay canciones más cachengue [bailable], hay canciones más sublimes, por así decirlo, y hay canciones más barderas [que critican o se burlan de alguien o algo].
—¿Entonces sería algo así como un estado de ánimo lo que intentas transmitir?
—Digamos que algunas verdades transitorias quedan plasmadas en una canción cuando uno toca, casi como un conjunto de cierto momento, cierto encuentro y cierto ambiente. Yo diría que es un poco más que un estado de ánimo, un poco más complejo que un estado de ánimo. Depende de la canción.
—¿Qué expectativas tienes con tu disco? ¿Piensas en el llamado de algún sello, por ejemplo?
—Y uno espera cualquier cosa. Cualquier cosa que abra al mundo, a nuevas experiencias o a la posibilidad de hacer nuevas cosas, de seguir. Yo tengo muchas canciones que quiero seguir grabando. Un sello discográfico no sé cómo será, pero si alguien viene y me dice «Che, tengo un estudio y queremos que grabes», bueno, habrá que ver qué se puede hacer. Pero el disco no está pensado en algo particular, como te digo, fue un hacer.
HOMENAJE A BORGES
—¿A qué se debe el seudónimo Bebé Swedenborg?
—Es una mezcla de cosas. En mitad es un homenaje, un homenaje a Borges. Yo tengo las obras completas de Borges, es mi tesoro favorito y lo he leído bastante. En el cuarto tomo está la conferencia «Emanuel Swedenborg: Mystical Works», y yo me fasciné con esta persona por un tiempo, que fue súbdito de la corte del rey Carlos XII, que pasó desapercibido y que hasta la mitad de su vida fue científico y que a la otra mitad de su vida se le apareció Jesús y le mostró el cielo y el infierno… Esa es la parte de Swedenborg, y Bebé salió bromeando con unos amigos.
—¿Cómo llegaste a ser músico?
—Un día en la primaria el profe puso unos temas de Sui Géneris y yo dije: «Quiero aprender a tocar la guitarra». Y fui y tomé clases. Un profesor me enseñaba tango, después tomé clases de rock y compré la eléctrica y después finalmente compré la acústica. Escuchaba Dylan y folk todo el día. Aprendí a tocar. También escuchaba mucho rock nacional y mucho más y ya quería escribir canciones. Me pasé mucho tiempo tocando la guitarra y también con otras personas. No sé, la música fue como un bálsamo, supongo.
—¿Qué es para ti ser músico?
—Es una pregunta rara, porque me la hago siempre. La verdad no sé lo que es ser músico. Veo lo que yo puedo hacer o lo que hacen otros; todo el océano que es la música, como el que va y toca sus canciones en un bar, o el que va y toca en una orquesta, o por ejemplo yo, que voy a estudiar clarinete al Conservatorio Manuel de Falla y veo a mi profesor lo que toca, lo que lee, lo que sabe… y pienso que hay un mundo inalcanzable. Ser músico es muchas cosas: es practicar mucho y también componer, escribir, hacer canciones…
—¿Tus referentes musicales más importantes?
—[Se ríe] Ni idea. Es que tuve muchos, pasé por tantas cosas y siempre escucho cosas diferentes. A mí me marcó mucho Dylan. Él fue maravilloso. Dentro del mundo del folk muchos escuché: Van Morrison, Joni Mitchell; escuché mucho blues también, del tradicional: Son House, Robert Johnson, tanto escuché… Eric Clapton, David Bowie, Jorge Cafrune, Hernán Figueroa Reyes, Atahualpa Yupanqui, Charly García, Luis Alberto Spinetta, Mozart, Chopin, Beethoven, Stravinksy… O sea, escucho mucha música y no podría decirte: «Mirá, esto es lo que quiero». No me caso tanto con una figura, pero he escuchado mucho.
—¿Conoces algo de música chilena?
—Muy poco. Violeta Parra, Víctor Jara. Me los escuché todo. Ellos son maravillosos. No he escuchado mucha música chilena, pero lo que sí he leído mucho Jodorowsky y gracias a él he conocido a algunos poetas. Tampoco es un país al que haya viajado, todavía no lo conozco, pero me gustaría.
—¿Proyectos a futuro?
—Tratar de seguir viviendo.
—¿Proyectos musicales a futuro?
—Seguir tocando el disco.
—¿Cómo recomendarías que escuchen tu disco?
—Con parlantes o con auriculares. No con la compu, ni con el celular al aire, porque se pierden los bajos y muchas otras cosas, sobre todo por ser un disco casero, más. Y después, como quieran. Tiene mucha carga literaria el disco, entonces tal vez podrían escucharlo más de una vez para comprender la letra.El Guillatún