«Arquitectura de feria» ofrece juegos de feria fabricados con deshechos
Seis juegos de feria confeccionados con una estética nostálgica invitan a padres e hijos a interactuar juntos en ellos. Un parque de entretenciones del pasado, que con algo de altura, velocidad y relajación ha cautivado a los transeúntes del Parque Quinta Normal. La actividad se enmarca dentro del teatro callejero de Santiago a Mil y está abierto al público gratuitamente hasta el domingo.
Desde que comenzó el Festival Santiago a Mil la compañía española Antigua i Barbuda se instaló tras la laguna del Parque Quinta Normal con seis juegos hechos de materiales reciclados del pasado. El lugar evoca una nostalgia de las ferias de los años 60, donde los fierros, la madera y las cadenas se acoplan a trozos de juguetes del pasado.
La idea de la producción viene de querer crear una instancia de juego entre padres e hijos. Por eso mismo, las máquinas están hechas para que los adultos las muevan y los niños disfruten. Una de las confecciones más detallistas es la de Mini Cavellets o el clásico carrusel. Un caballo de fierro con la cabeza tallada en madera, un cohete de fierro en posición vertical y una motocicleta chica son algunos de los asientos de este juego que invita a los más pequeños a sentarse mientras los padres, sobre una bicicleta, pedalean para moverlo.
Para fanáticos de la altura está el Árbol de hierro y la Tingalya. Juegos que suspenden en aire a los participantes mientras dan vueltas. El primero consiste en cinco aviones confeccionados de diferentes materiales atados a una cadena, haciendo una especie de carrusel aéreo. La Tingalya es una rueda de la fortuna inspirada en el famoso escultor y pintor suizo, Jean Tinguely. Los adultos están encargados de hacer girar la rueda mientras los niños están sentados sobre pequeñas sillas antiguas y tazas de WC.
El juego que las niñas más aprecian es el Zoótropo, pues este juego cilíndrico de madera escondía dentro de sus paredes una pintoresca peluquería. En ella colgaban botellas de plástico adornadas con telas de colores. Las niñas iban entrando una a una para que la mujer les hiciera un original peinado mientras los espectadores veían a través de un visor que encogía la imagen de la peluquería. Un visor al lado de otro entregaba diferentes ángulos de una imagen que parecía onírica. Este juego se inspiró en el zoótropo de William George Hordner, máquina de 1834 que daba la ilusión de movimiento al hacer girar una sucesión de imágenes en un cilindro con cortes a través de los cuales se miraba. Ese invento fue un gran paso para la aparición del cine. Pero Antigua i Barbuda lo destinó a la peluquería, y hace un par de años se utilizaba como el escenario de una bailarina que brindaba un espectáculo pudiendo ser visto en un ángulo de 360º.
El único juego donde los adultos eran los protagonistas eran Las Tumbonas: dos hileras de hamacas con un mecanismo mecedor al mismo tiempo que colgaba un abanico sobre la cabeza, accionado por los niños. Era un ambiente de relajación acompañado de música clásica y la voz del narrador de historias que te guía hacia un estado de descanso puro.
Por último estaba el Stand de Tiro que invitaba a disparar porotos con un tiro de aire comprimido para golpear unas campanillas sobre las cuerdas y bordones de un piano viejo. Así que si falla el tiro, por lo menos escucha una nota musical que interactúa aún mejor con la caseta adornada con cuadros y candelabros antiguos.
La feria invita a traspasar una puerta hacia el pasado y reencontrarse con el goce de los juegos de madera, donde su estética conlleva una apreciación de parte de los niños y los adultos que juegan juntos en esta realidad paralela, tergiversada y circense.El Guillatún
Arquitectura de feria. Foto: Felipe Zubieta