Entre The Clash y una dimensión desconocida
«Stranger Things» de los hermanos Duffer
6 de noviembre de 1983, Hawkins, Indiana, desaparece el pequeño Will Byers (Noah Schnapp) y comienza Stranger Things (2016). Se trata de la nueva entrega de Netflix, estrenada el pasado 15 de julio con una premisa tan inquietante como novedosa, y que con sólo 8 capítulos se ha encargado de situar a la ciencia ficción en un privilegiado lugar dentro de la parrilla.
Los acontecimientos que rodean la desaparición de Will Byers constituyen la línea principal del relato: su madre Joyce (Winona Ryder), y sus amigos Mike (Finn Wolfhard), Dustin (Gaten Matarazzo) y Lucas (Caleb McLaughlin), acompañados del Jefe de Policía Jim Hopper (David Harbour) enfrentan las complicaciones de una extraña y hasta cierto punto, infructuosa búsqueda. En este cometido sus amigos se encuentran en el medio del bosque con Eleven (Millie Bobby Brown), una niña de cabeza rapada con poderes telequinéticos que los acercará a Will, pero también a una peligrosa dimensión desconocida.
Lo cierto es que Will se encuentra en un lugar que desde un principio se intuye como muy lejano, y por medio de pistas, luces encendidas en las paredes de su casa, la ayuda de Eleven y su grupo de amigos, la historia va tomando forma. Calabozos y Dragones, Joy Division, Star Wars, The Clash y un sanguinolento monstruo son algunos de los referentes que permiten situarse en el mundo que nos presenta la serie. Por cierto que uno de los elementos que perfilan esta producción es la nostalgia, sin embargo, los recursos que se utilizan en este sentido siempre se muestran al servicio del guion, pretendiendo crear nada más que una atmósfera, una especie de escenario estético y estilístico para una buena entrega.
Desde un punto de vista técnico, la fotografía y dirección de arte destacan como un elemento especialmente bien desarrollado. Tratándose de una serie ambientada en los años ochenta, los elementos visuales son un elemento de fundamental importancia para quien la ve, asimismo, dichos recursos se encuentran también en función del género, de la ciencia ficción y del misterio en el que juegan constantemente los personajes. Por otro lado, la excelente edición de sonido, banda sonora y música original creada para la serie merecen una mención especial en cualquier análisis que se haga de ella.
Asimismo, los efectos especiales utilizados logran graduar de manera bastante exitosa alguna de las trampas que pueden detectarse en cuanto al género de la serie. En un comienzo se plantea como una especie de thriller de terror, especialmente en los dos primeros capítulos «Chapter One: The Vanishing of Will Byers» y «Chapter Two: The Weirdo on Maple Street», pero de alguna manera, el thriller y terror de los primeros capítulos decantan en una cuidada y encantadora ciencia ficción, muy cercana a Contacto (1997) y E.T. (1982).
Sobre este último punto, bastante se ha discutido sobre las influencias cinematográficas de las que se nutre Stranger Things, si bien es cierto que pueden reconocerse fácilmente dichos influjos, la propuesta es bastante clara al romper con algunos de estos esquemas predeterminados. Resulta llamativo el tratamiento que se le da desde el guion a la forma de relacionarse que existe entre los personajes, en especial, en el caso de las interacciones entre los padres y los hijos, reconociendo con bastante honestidad los matices que existen en estas áreas. También se hace lo propio respecto a los hermanos, donde aquella solapada incomunicación que suele existir, da paso a muchos de los aprietos de la trama, pero también entrega una visión bastante contemporánea de cómo pueden entenderse dichas relaciones, mostrando más matices que extremos.
Desde el punto de vista interpretativo, son las actuaciones de Winona Ryder y de David Harbour las que entregan un poder especial al relato. El retrato perfectamente logrado por Ryder no hace más que confirmar su consagrado oficio en la pantalla de género: es lo oscuro y gótico aquello que siempre termina por revitalizar su talento. De la misma manera, Harbour en el papel de Hopper se posiciona como un sólido actor, con un registro interesante para tener en cuenta en futuras producciones.
Los personajes secundarios ofrecen una variedad interesante, por un lado Jonathan Byers (Charlie Heaton) hermano de Will, y Nancy Wheeler, hermana de Mike, se enfrascan en una particular dinámica romántica durante esta búsqueda, coronada quizá por algunas de las líneas más certeras de la serie sobre la vida suburbana de los padres de Nancy y su supuesta rebeldía adolescente. Finalmente, el casting infantil completo permite cerrar el relato con bastante credibilidad, logrando un éxito completo en lo interpretativo, permitiendo perfilar quizá el aspecto más fuerte de la serie.
Stranger Things es sin duda alguna una mezcla interesante, que si bien no entrega grandes complejidades, es capaz de demostrar que los referentes pueden ser utilizados intensivamente y al servicio de las masas, pero de manera responsable y creativa. Resulta difícil —y a pesar de las generaciones que pueden separar al espectador de los protagonistas— no sentirse interpelado por lo que se muestra, sea por la banda sonora elegida, la estética, o bien, por el hecho de no ser el más popular del grupo, siempre volvemos a lo que dice Bowie: todos podemos ser héroes solo por un día, ¿no todos queremos algo parecido?El Guillatún