La familia como ente desmoralizador y cruel
Castigo es una puesta en escena del director de La Señorita Julia y Velorio Chileno, Cristián Plana, basada en un fragmento (cuatro páginas) de la novela autobiográfica El hijo de la cierva de August Strindberg, en la que el autor retrata las vivencias de su infancia y adolescencia. El montaje muestra la conflictiva cena de una familia del siglo XIX que se ve totalmente quebrajada por relaciones inconexas entre los personajes. Cada vez la tensión va en aumento y el terror acecha al niño que es víctima del maltrato psicológico provocado por su padre y madre, y a veces por su hermana. Una realidad desgarradora que se hace cercana al espectador y que propone una dura crítica a la familia como núcleo vital.
Cristián Plana logra plasmar en escena el episodio narrado por Strindberg con excelente precisión, utilizando diferentes herramientas: un uso deslumbrante de los silencios, donde la palabra aparece a ratos; una profunda semiótica muy significante (con varias capas de interpretación); construcción de atmósferas intensas, a través, entre otros, del recurso lírico muy bien ejecutado por Daniela Ropert en el papel de criada, que juega a la vez con la intencionalidad de su canto (obediencia, ambigüedad, compasión, pena, rechazo, ira). Un estilo que se acerca a un realismo poético o esteticista y que se va transformando para pasar por ribetes impresionistas y concluir en un expresionismo (casi) puro. Las actuaciones cumplen y sorprenden. Rodrigo Soto construye un padre autoritario, violento y que no permite duda alguna sobre su rol de patriarca. La madre, interpretada por Alejandra Von Hummel, sigue todas las órdenes de su esposo, aunque logra vislumbrarse su miedo y tristeza, nerviosismo a ratos, por el castigo que recibirá su hijo. Sin embargo, no hace nada al respecto, tiene que obedecer, es un ser subordinado. Diego Salvo y Natalia Ríos son los grandes triunfadores al consolidar en escena un trabajo rotundo y verdadero, que incluso llega a confundir a gran parte del público que se pregunta ¿son niños de verdad? Son capaces de integrar una kinética infantil muy real y convencen con su actuación. En sí, las relaciones entre los personajes es uno de los puntos fundamentales de la obra y que se logra de forma impecable. Con tan sólo miradas, pequeños movimientos, gestos, alguno que otro sonido, se entiende a la perfección lo que sucede, sin la necesidad de un lenguaje verbal. Una transmisión visceral de emociones a través del silencio. Sucede todo en torno al ambiente, a cómo se va entretejiendo esta historia, cómo el pequeño niño cada vez se va aterrorizando más y el maltrato se hace presente sin escatimar recursos rebuscados ni torpes. Una historia contada desde una dirección que hace años viene irrumpiendo con su estilo y que ratifica su propuesta en la medida del éxito de sus montajes.
El final de la obra queda en manos del espectador al decidir cómo interpreta los hechos, que pueden tener mil vueltas de tuerca y pueden pasar desde un sueño, un anhelo del niño por liberarse de las agresiones hasta una verdadera posibilidad de asesinato y venganza, pasando por otras visiones como una supuesta desaparición de la familia, una representación del mundo interno del niño o un recurso dramático poético basado en la historia contada y en una tormenta, signo clave de que después de la oscuridad viene la luz. Lo que sí queda claro, es que la familia puede producir una destrucción psicológica a sus integrantes y que los daños provocados por este ente desmoralizador y cruel nunca puedan ser reparados.El Guillatún
Castigo se presenta en el marco del programa «Teatro Hoy» de la Fundación Teatro a Mil (FITAM) en Teatro La Memoria hasta el 28 de abril. Miércoles y jueves a precio popular ($2.000), viernes a domingo a precio general ($4.000). Horario: 21:00 hrs, a excepción del domingo (20:00 hrs).