Persiguiendo castores
Derek y Giorgia recorren Tierra del Fuego en una camioneta que tira la casa rodante donde pasan los tiempos muertos de su investigación. Ellos son biólogos y han recorrido varios lugares del extremo sur del mundo estudiando y actuando para detener la plaga de castores que hay en la zona.
El documental comienza con una pequeña parte explicativa sobre la llegada de los castores a Tierra del Fuego, el daño que provocan y la misión que desarrolla la pareja en la zona: matar a los castores.
Los Castores utiliza dos cámaras. Una de ellas está a cargo de los directores Nicolás Molina y Antonio Luco. Con ella se hace el registro de las distintas actividades de los biólogos, como cuando instalan las trampas para los castores, los viajes en camioneta y los momentos de intimidad en la casa rodante como los almuerzos. El seguimiento que realizan los directores se corresponde con la estética más clásica del documental, puro seguimiento, sin intervención ni ficcionalización de escenas (al menos no explícita). Hay planos muy bellos con la cámara estática entre los arbustos, en los que al fondo se ve pasar por la carretera el transporte de los jóvenes. Hay otro plano que es muy abierto y que se ve muy lejos como un castor va cortando el agua a su paso y dejando una estela en la tranquila represa que ha creado. Pero también hay seguimiento cámara en mano en los momentos que Derek toma la escopeta y sale a cazar castores.
La otra cámara que está presente es la que utilizan Giorgia y Derek para su investigación científica. Con ella realizan entrevistas a los habitantes de la zona para preguntarles sobre los daños ocasionados por la plaga de castores (hay un glorioso momento en que hablan con el ex presidente de RN Carlos Larraín) y se graban a ellos mismos en represas o castoreras para dejar el registro. Los directores aprovechan ese material volviendo más dinámico el producto final. Si no existieran esas imágenes, el documental seguiría estando bien encaminado, pero ese juego de dos cámaras le otorga más vitalidad a la película e importancia a los personajes que son objeto del documental.
Punto aparte para el momento en que abren a un castor y luego lo cocinan. Las dos secuencias podrían buscar la incomodidad del espectador, pero los directores las muestran como parte de una rutina que ya carece de un significado duro y se apuesta por la naturalidad del hecho, al punto que la conversación con un lugareño es si es mejor comer la carne cruda o cocida, a lo que Derek responde que la prefiere cruda, pero que Giorgia no lo deja.
Pese a que solo dura un poco más de una hora, Los Castores es un gran documental, que no se pierde en ningún momento buscando la grandilocuencia, sino que se interesa por el trabajo de los biólogos conservacionistas y los momentos de intimidad que tienen como pareja, muchos de ellos de una naturalidad propia de quienes olvidan que los están grabando.El Guillatún